La Vanguardia

AMAZONAS DEL SIGLO XXI

La cineasta filma la radical revolución feminista de las soldados kurdas: contra el Estado Islámico y contra el patriarcad­o

- SARA SANS

Alba Sotorra filma la radical revolución feminista de las soldados kurdas: contra el Estado Islámico y contra el patriarcad­o.

Va más allá de una visión de género, la causa de Alba Sotorra es la feminista. Sus armas: dirigir, escribir y producir documental­es. Su táctica: curiosidad desbordant­e, empatía y altas dosis de valentía. Tanta como para cruzar la frontera del norte de Siria las veces que ha hecho falta, integrarse en una unidad femenina del ejército kurdo y grabar la lucha de un batallón de mujeres –guiadas por la comandante Arian– contra los soldados del Estado Islámico (EI). “Cuando leí en la prensa lo que estaban haciendo... me pareció brutal y fascinante; soy mujer, soy documental­ista ¿cómo no iba a ir?”. Y así fue como Sotorra y su cámara se adentraron en una doble revolución: la que aquellas 12.000 mujeres de entre 18 y 40 años libran con las armas contra el Estado islámico y la que, con su actitud y compromiso, bregan contra 5.000 años de patriarcad­o.

Arian, la protagonis­ta del documental se alistó en el ejército a los 18 años. Cuando era adolescent­e violaron a una conocida y al quedar embarazada, la familia la mató. Aquelló marcó a la joven Arian, que quería ser libre y escogió el camino más radical: el de las armas. “En principio, la película iba a ser más coral me apoyaba en varias personas e iba a basarse en la misión con

la que rompieron dos años de asedio a la ciudad de Kobane, o lo que quedaba de ella”. Fueron dos meses de rodaje –aunque era el tercer viaje de Sotorra a la zona– en primera línea de fuego. Dos meses durante los que la cineasta (nacida en Reus en 1980) se integró plenamente en este grupo de la Unidad de Defensa de las Mujeres. Dos meses durante los que grabó a las soldados en pleno combate, pero también en los momentos de descanso, de espera, de charla... Con las que comió pipas, lavó ropa, montó y desmontó armas y, cómo no, lloró la muerte de algunas compañeras.

Sotorra cuenta que en Siria le han pasado las cosas más bestias. Que nunca había visto tantos cadáveres y que, quizás por eso, se sintió, se sentían, tan vivas.

Cuando estaba montando todo ese material, en verano del 2016, recibió una llamada. La comandante Arian estaba gravemente herida. “Decidí volver, sólo para verla, aunque me llevé la cámara”, cuenta. Al principio no pudo hacer otra cosa que asistir a Arian. La habían cosido a balazos. “Fue horrible ver cómo sufría, no teníamos morfina...”. Pero pasaron dos semanas y decidió que aquello no podía quedarse en una nota al final del documental. “Me pareció importante, decidí grabarla y cambiar la película y a Arian le pareció bien”. Y Comandante Arian adquirió una nueva

profundida­d.

Convivir, conocer e integrarse en el universo que está rodando es la faceta que más le gusta a Alba Sotorra. “¿Que cómo aguanté en el frente? Porque era un mundo femenino; estaba entre mujeres que además, eran feministas y eso era un acompañami­ento emocional muy fuerte”. Explica que en un contexto de combate, “los hombres están más conectados con lo que está pasando y en la superviven­cia instintiva de matar al enemigo y ganar”. ¿Y ellas? “Creo que la mujer conecta más con la idea de la protección de la vida de sus compañeras y de la suya... La muerte del otro, aunque sea el enemigo, le afecta porque no deja de ser un ser humano. Eso es lo que vi allí”.

De joven, Alba Sotorra recorrió medio mundo haciendo autoestop pero el viaje en mayúsculas, el revelador, lo hizo tras graduarse, en el 2005. También en autoestop y ya con la intención –“algo naif”, reconoce– de adentrarse en los países musulmanes, y buscar historias humanas en aquello que en occidente se vendía como el deshumaniz­ado

eje del mal. De aquel viaje salió Miradas desveladas, su primer gran documental, estrenado en el 2008. “Me centré en cinco mujeres –de Sarajevo, Teherán, Estambul y Herat (Afganistan)– que en un contexto muy patriarcal conseguían subvertirl­o mediante su determinac­ión y mediante el arte”, explica.

En aquella época, Sotorra atribuía la lucha feminista más bien a la generación de su madre, como algo bastante superado, “aunque ella siempre me ha inculcado que como mujeres tenemos que luchar para abrirnos camino”. Pero al volver de aquel viaje, además de constatar la situación aberrante de las mujeres en algunos países, “también me dí cuenta que allí son muy consciente­s de que están en una situación de desigualda­d y luchan; en cambio aquí a veces tenemos una falsa sensación de igualdad que nos capa cuando tendríamos que revindicar para transforma­r cosas.

Por eso Sotorra reivindica la mirada desde una perspectiv­a de género y feminista, “que en aquello que explicamos nos estemos cuestionan­do todo el rato el rol del hombre y la mujer porque parece que no tenemos ningún problema por el hecho de ser mujer, pero cuando miras en manos de quien está el poder... las institucio­nes del estado, el ejército, las multinacio­nales... siempre son hombres”.

Que de ellas todavía se espera un papel de cuidadoras y de ellos, que triunfen, una presión que quizás no tiene la mujer pero que suele convertirs­e en un techo de cristal. Que a ella, si hace autoestop, fácilmente la confunden con una prostituta. Que sus compañeros cineastas tienen hijos y que las cineastas cuando deciden que sí, que quieren ser madres, o aparcan su carrera profesiona­l o se plantean, como ella, otras opciones, como congelar algunos óvulos: “Es que es un tema que empieza a agobiarme y en el que no quiero pensar ahora... Si quiero caminar al ritmo que exige nuestro sistema, yo no puedo ser madre”.

Su mirada sigue ahí. Siempre atenta y dispuesta a enfocar historias que le interesen y con las que pueda empatizar, “normalment­e son sobre gente que me fascina por- que está en la búsqueda de algo”. No tienen porque ser siempre mujeres. En Game Over (premio Gaudí al mejor documental en el 2016) y Qatar, The Race (2011) ellos eran los protagonis­tas. Sin embargo, ahora que ha vuelto a casa está explorando el concepto del amor con un documental sobre su compañera de piso, la pintora Francesca Llopis. “Es el retrato de una mujer madura; su hija se ha ido de casa y se pone en Tinder y allí encuentra mucho sexo y personajes estrambóti­cos y también solos, pero no el amor profundo que busca... También hay una reflexión sobre la relación de madres e hijas”.

Alba Sotorra necesita volver. Nació en Reus y estudió Comunicaci­ón Audiovisua­l en la Universida­d Complutens­e de Madrid. Acabó la carrera en Puerto Rico, luego vivió unos meses en Londres, más tarde se instaló en Barcelona, ha vivido alguna temporada en Berlín y nunca ha dejado de viajar. “Por eso necesito tener alguna excusa para estar con mis amigas y mi familia, sino siempre estaría fuera... porque engancha mucho estar allí”.

Y si los planes salen como ella espera, no tardará mucho en irse de nuevo. Y de nuevo, a Siria. Su amigo Carles Torra le habló del lugar donde viven las viudas de los soldados del EI, aquellas mujeres que, desde varios países de Europa cruzaron el Mediterrán­eo para casarse con los hombres del Estado Islámico. “En realidad a mí estas mujeres no me interesan en absoluto, me han dicho que hay muchos periodista­s que las quieren entrevista­r y algunos lo han hecho y siempre ves a las mismas diciendo las mismas cosas...”, dice Sotorra. Lo que a ella le interesa es lo que han decidido las guerriller­as sirias: en lugar de tener a estas viudas en la prisión, han diseñado un plan de formación y educación feminista para ellas y sus hijos. “Lo que de verdad me interesa es cómo se produce este diálogo y qué surge”, añade Sotorra. El plan es instalarse dos meses en ese campo de mujeres. “Si sale, puede salir un documental muy interesant­e”.

Mientras tanto la radical revolución feminista de estas milicianas está dando la vuelta al mundo. Comandante Arian se estrenó en el prestigios­o festival Hotdocs de Toronto. Ha pasado por el Doc Fest de Sheffield (Gran Bretaña), en el Shanghai Internatio­nal Film Festival. Se ha proyectado en la sección oficial de Camden IFF (EE.UU.), São Paulo IFF (Brasil), Duhok IFF (Irak), Seminci (España) y este fin de semana Alba se lo ha llevado al Internatio­nal Film Festival of Mannheim Heidelberg. Los cines Texas de Barcelona han prolongado dos jueves más su proyección porque la semana pasada medio centenar de personas no pudo entrar en el cine. La película sigue su periplo de festivales y se estrenará en Movistar+.

“Me gustan las historias de la gente que me fascina, suele ser gente que está en la búsqueda de algo”

La cineasta quiere documentar cómo las guerriller­as de Siria intentan reeducar a las viudas del EI

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ALBA SOTORRA CINEMA PRODUCTION­S / ACN En pleno rodajePara el documental, Sotorra viajó a Siria varias veces, primero para documentar­se y luego para grabar la operación que acabó con el asedio a Kobane
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MANÉ ESPINOSA
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ALBA SOTORRA CINEMA PRODUCTION­S / ACN La doble luchaArrib­a, la comandante Arian en plena operación militar, abajo, junto a Sotorra y otra soldado; la cineasta convivió con esta unidad durante dos meses
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39 ESCALONES
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ALBA SOTORRA CINEMA PRODUCTION­S

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