“A veces nos buscamos la vida, aunque esté prohibido”
Las farolas son viejas, apenas iluminan, se estropean mucho...”. Algunos dejan las luces encendidas tras el cierre. “No está permitido –dicen los comerciantes–, pero los vecinos lo agradecen. Es un modo de animar a la gente a acercarse al barrio”.
Tiendas y bares de las callejuelas del Born llevan años espabilándose. Muchas guirnaldas de bombillas penden entre las fachadas de estos angostos viales, sobre todo los que quedan por encima de la iglesia de Santa Maria del Mar. “Cada negocio cuelga la suya –cuentan algunos, en la calle Rosic, en Mirallers...–. Fue muy espontáneo. El problema era que la gente paseaba por el paseo del Born y la calle Argenteria, que están bien iluminadas, pero le daba reparo adentrarse por las callejuelas porque las veían muy oscuras. El resultado es muy positivo. Estas bombillas consiguen que la gente se sienta más segura, y que sea cierto. El inconveniente es que colgar bombillas está prohibido, pero mientras nos dejen...”.
Marga Domingo, de la asociación de comerciantes del Born, lamenta que el Ayuntamiento no atienda a sus reiteradas peticiones. “Tras mucho insistir conseguimos que aumentaran la iluminación de la calle Flassaders, donde montaron un narcopiso, para que los tironeros no se sintieran tan a salvo... Tiene que haber un gran problema para que el Ayuntamiento mueva ficha. El resto del barrio sigue mal iluminado. A nadie le hace gracia que los comerciantes tengan que recurrir a soluciones no permitidas para que las calles no estén a oscuras. Además, cuando los negocios cierran sus guirnaldas se apagan, y el barrio queda en penumbras. En Barcelona no tendríamos que llegar a estas situaciones”.
“El problema es que aquí los políticos regulan prohibiendo –tercia Javier Cottet, de Barnacentre–, y no me refiero sólo a la alcaldesa. El resultado es que el Portal de l’Àngel, cuando cierran las tiendas, queda desangelado. Hay demasiadas calles especializadas. En el Portal de l’Àngel nos vendría bien algún hotel, alguna terraza... mezclar los usos. Así la luz brillaría más horas”.
“En Barcelona había multitud de edificios iluminados de una manera espectacular y exquisita –añade Gabriel Jené, de Barcelona Oberta, entidad que agrupa los principales ejes comerciales de la ciudad–, hasta que en los tiempos del alcalde Jordi Hereu se multiplicaron las restricciones. Pero con los años la tecnología superó a la normativa. Es el momento de apostar por la iluminación. En Barcelona las farolas son deficientes, los edificios no muestran su atractivo... Sólo los escaparates iluminan unas calles que no lucen. Las administraciones han de entender que con los leds estamos en un escenario diferente”.
El comercio no se siente mimado por el Consistorio. Los comunes entienden que proseguir las reformas como la del Paral·lel y la Diagonal no es tan importante, al menos no como los comerciantes. Empresarios y autónomos entienden que estas remodelaciones son fundamentales. Y el papel de la iluminación, clave. “Aumentar la potencia en el tramo reformado es muy necesario –dice Teresa Guirado, de la asociación de comerciantes de la Diagonal–. Pero al menos aquí tenemos farolas orientadas a la acera y no a los coches. La situación más allá del paseo de Gràcia es terrible. Allí el comercio se está extinguiendo. Las aceras son estrechas y oscuras”. Elvira Vázquez, de la fundación El Molino, también reclama que la reforma realizada en el pasado mandato en el tramo central del Paral·lel se lleve a cabo cuanto antes en los extremos, tal y como estaba previsto. “Aún queda mucho por mejorar en el tramo central, pero es muy importante acabar con la oscuridad de los extremos”.
Los comerciantes creen que el Ayuntamiento no aprovecha las nuevas tecnologías para mejorar la iluminación