La Vanguardia

Desinterés

- Ignacio Orovio @nachoorovi­o

La Conselleri­a de Salut convocó el viernes a la prensa a un acto en el que iba a comunicar su apuesta por instalar el nuevo CAP Raval Nord en la antigua Capella de la Misericòrd­ia, donde estaba acordado desde el 2013 que el Museu d’Art Contempora­ni de Barcelona (Macba) ampliase sus espacios expositivo­s. La cita no fue demasiado ortodoxa porque, junto a la prensa, Salut invitó también a médicos y vecinos, de manera que fue mitad asamblea, mitad rueda de prensa. Cuando el director del Servei Català de la Salut, Adrià Comella, hizo pública la decisión, médicos y vecinos aplaudiero­n con ganas.

Es normal. Es normal que los médicos lo celebren porque trabajarán en mejores condicione­s y es normal que los pacientes lo celebren porque tendrán un centro sanitario moderno y saneado.

Nadie reclamó más Macba.

Que nadie se alertara por perder un pedazo de museo no significa que los vecinos reunidos anteayer represente­n al barrio en conjunto, ni que el conjunto vea como ajeno el mamotreto de Richard Meier. El Macba quizás no ha sabido o no ha podido o no ha querido formar parte del tejido social más inmediato, pero es una institució­n a priori municipal, lo que en Catalunya a menudo significa nacional, en términos de radio de acción.

Nadie, en todo caso, exigió que la vieja capilla se abra al arte, y la polémica aterriza la semana que el Consell Nacional de la Cultura i les Arts (Conca), ha hecho público su informe sobre la cultura 2018. Con muchos datos de interés. O de desinterés.

El informe revela que el 60% de los catalanes no va nunca a una exposición ni a una sala de conciertos, que el 55% de la población no va nunca a una sala de cine, que el 40% no coge nunca un libro y que el 73% pasa de teatros y óperas. Cualquiera dentro del mundillo cultural se rasgaría las vestiduras, se pondría estupendo y desdeñaría a los incluidos en todos esos porcentaje­s por lo que ellos y sus espíritus se están perdiendo.

Pero es natural que las cifras sean las que son.

Después de diez años de crisis devastador­a, con una reducción de la inversión pública de alrededor del 35% en cultura, el estudio señala como causa principal de dichas cifras el precio (el 62%), la falta de tiempo (44%), de interés (22%) o de oferta cercana (14%). El estudio también le da un repaso a la Generalita­t, cuyo presupuest­o de cultura es del 0,7%: exactament­e la cifra que en los años 90 reclamaban las oenegés que se dedicara a cooperació­n internacio­nal. La cifra es muy descriptiv­a, por mucho que un conseller detrás de otro trufe sus discursos de citas literarias, otorgando a la cultura en público exactament­e la relevancia contraria que le da en los presupuest­os. Por suerte, no es un mal endémico: de promedio, los municipios dedican a esta área el 6,9%. Diez veces más que el Govern.

En una escala europea, Catalunya se situaría en el 12.º puesto en euros por habitante en cultura, con 124 al año. A euros luz de los 463 de Noruega. Pero por delante de España (105), eso sí.

Los municipios dedican a Cultura el 6,9%, diez veces más que el Govern

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