La Vanguardia

Adiós a un clásico del cine

Italia llora la muerte del director de ‘El último tango en París’, ‘Novecento’ y ‘El último emperador’

- ANNA BUJ Roma. Correspons­al

Italia estaba ayer de luto. A primera hora de la mañana se conocía la muerte de Bernardo Bertolucci, su último gran cineasta, a los 77 años. “Bernardo Bertolucci nos ha dejado hoy a las 7 horas. Estaba en su casa de Roma”, decía una escueta nota de su oficina de prensa, que no especifica­ba las causas de su muerte.

Después de Fellini o Pasolini, Bertolucci era el último exponente de una hornada descomunal de directores que inventaron el cine de autor en este país. Él, más joven, siempre gozó de más popularida­d en el extranjero que en su propia casa, donde en ocasiones no encajó su visión del sexo y la política en una sociedad profundame­nte católica. Provocador, irreverent­e, intimista, a Bertolucci le llamaron “el gran director de la transgresi­ón”.

Fuera de Italia, por ejemplo, fue muy aplaudida El último tango en París (1972), la historia de pasión íntima en un apartament­o parisino entre Paul, un hombre adulto encarnado por Marlon Brando, y la joven Jeanne (Maria Schneider). Sólo en EE.UU. recaudó 36 millones de dólares en las taquillas. Pero en Italia, como en la España franquista, la película fue censurada por obscena. El Tribunal Supremo ordenó que se destruyera­n todas las copias y condenó a Bertolucci a estar dos años sin derechos civiles, es decir, sin votar, por “ultraje al sentido común del pudor”.

El último tango en París, además, le persiguió como una sombra a lo largo de su vida. Hasta su muerte en el 2011, Schneider le siguió acusando de violación por la famosa escena de sexo en que Marlon Brando utiliza mantequill­a como lubricante. Según la actriz francesa esto nunca constó en el guion. El director italiano siempre lo negó todo, pero fue muy criticado por una entrevista en el 2013 en la que reconoció que Schneider no sabía que Brando utilizaría mantequill­a porque quería que ella “sintiera, no actuase, la rabia y la humillació­n”.

Bertolucci nació en Parma en 1941 en una familia de artistas. Su padre, Attilio, era un reconocido poeta y crítico de cine, en ocasiones. Su madre, Ninetta, era profesora de literatura. Creció en la partisana Emilia-Romaña, pero la familia se mudó a la capital cuando él era un adolescent­e, en la misma casa en el barrio romano de Monteverde Vecchio, junto al Trastevere, donde vivía Pier Paolo Pasolini. Un gran amigo del padre, Pasolini fue quien le dio la primera oportunida­d a un chico que ya había despuntado ganando el Premio Viareggio por el libro de poemas In cerca del mistero. Le invitó a ser su asistente en Accattone, cuando tenía sólo 20 años, y de él aprendió las técnicas como retratista de las clases bajas italianas. Dejó sus estudios en la Universida­d de Roma sin pensarlo. Sólo un año después, en 1962, Bertolucci rueda con este lenguaje La commare secca –en dialecto romanesco significa la mujer delgada– una historia tras la muerte de una prostituta en los degradados suburbios romanos.

Aunque fue premiada en el Festival de Venecia, tras esta primera aventura cinematogr­áfica el crítico de cine del Corriere della Sera ,el más importante diario italiano, pidió que Bertolucci volviera a estudiar y se presentase de nuevo en septiembre. A él le sentaron muy mal estas palabras y siempre se sintió mejor acogido en Francia, entre los respiros de la Nouvelle Vague. Con los ecos de Pasolini, en su primera etapa Bertolucci se interesa profundame­nte por las fronteras entre lo personal y lo político. Antes de la revolución (1964) fue de nuevo vista negativame­nte por los críticos italianos, pero abrazada por los franceses. Él siempre correspond­ió a este idilio y llegó a decir que el verdadero cine hablaba francés.

También a la historia pasará la

LA VISIÓN

Provocador, intimista, irreverent­e, le llamaron “el gran director de la transgresi­ón”

EL ESCÁNDALO

‘El último tango en París’ fue censurada en España y en Italia por obscena

LA POLÉMICA

La actriz Maria Schneider le acusó de violación por la escena con Marlon Brando

EL MENTOR

Pasolini, vecino y amigo de su padre, le dio la primera oportunida­d en el cine

monumental Novecento (1976), donde mostraba la tensión entre las clases trabajador­as y la burguesía. Dos niños nacidos en el mismo día a principios del siglo XX, interpreta­dos en su edad adulta por Robert de Niro y Gérard Depardieu, uno como campesino y el otro como aristócrat­a, representa­n los pulsos de varias décadas de la historia de Italia. Ayer, algunos periodista­s subrayaban la vigencia de Novecento en el conflicto político de la Italia actual.

En los últimos tiempos su salud le había empezado a fallar, pero no su mente. Aunque desde hacía años se desplazaba a todas partes en silla de ruedas por un grave problema en la espalda, seguía trabajando, cuenta el crítico de cine de Radio3 Rai, Alberto Crespi, que también es portavoz en el Centro Sperimenta­le, la segunda escuela de cine más antigua del mundo tras la rusa. “Estrenamos en primavera una reposición de El último tango en París y estaba tan contento que decidió volver a escribir una película, de la que no sabemos nada”, recuerda Crespi, que lo define como simpático, pero también ambicioso.

“Bertolucci fue el más internacio­nal de los grandes directores italianos. El más famoso de todos era Fellini, pero él ganó Oscars importante­s, y no sólo como mejor película extranjera”, recuerda el presentado­r. El mayor éxito de reconocimi­ento fue con El último emperador

(1987), donde retrataba a Puyi, que se convirtió en el último emperador chino con sólo tres años. Gracias a un rodaje espectacul­ar en una China de los ochenta que todavía no era el gigante que es hoy, con esta película Bertolucci ganó nueve Oscars, incluyendo el de mejor película, mejor guión y mejor director. Ningún otro italiano lo ha conseguido hasta el momento.

Los mensajes de condolenci­as se sucedieron a lo largo del día. El presidente de la República, Sergio Mattarella, le definió como “un gran maestro que ha entrado en la historia del cine”. También el presidente del Festival de Cannes, Pierre Lescure, habló de él como “un inmenso artista que encarnó el cine italiano convirtién­dose en una figura mayor de su identidad”.

Roma le rendirá hoy tributo con una capilla ardiente en el Ayuntamien­to. El féretro se expondrá en la sala de la Protomotec­a del Campidogli­o, hasta las siete de la tarde, para que sus admiradore­s puedan despedirse. El funeral será privado pero, aunque todavía no hay fecha, está prevista una ceremonia de conmemorac­ión para el cineasta.

Desde hacía años estaba en silla de ruedas, pero había decidido escribir un último filme

Con ‘El último emperador’ consiguió nueve Oscars, incluido el de mejor director

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Bernardo Bertolucci en una imagen del 2014
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ERNESTO S. RUSCIO / GETTY

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