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La huelga protagonizada por la mayoría de los médicos de la asistencia primaria catalana, y la reactivación de la crisis entre Rusia y Ucrania.
LA sanidad pública catalana está en cuestión. Sus profesionales dicen estar muy fatigados, a un paso de la extenuación, y temen carecer ya de las fuerzas necesarias para seguir prestando un servicio de calidad. Por ello, una mayoría de los 5.700 médicos de atención primaria secundaron ayer la huelga convocada por el sindicato Metges de Catalunya. Según los organizadores, el seguimiento alcanzó al 77%. El Departament de Treball de la Generalitat rebajó la proporción al 45%.
El desacuerdo respecto a las cifras es habitual a la hora de valorar el éxito o el fracaso de una convocatoria de huelga. Pero esta vez hay un punto de coincidencia entre los huelguistas y su empleador, el Institut Català de la Salut (ICS): es necesario tomar medidas para relanzar un sistema sanitario que fue modélico y que ha empeorado en los años de la crisis y los recortes. Toda la sanidad pública española ha ido a menos durante este periodo. Pero Catalunya se halla ahora en la segunda mitad de la tabla comparativa por autonomías.
Los datos son elocuentes. Entre los años 2010 y 2017, el número de médicos destinados a la sanidad pública catalana bajó de 6.645 a 5.725. Es decir, se amortizaron 920 plazas de doctores, no porque sobraran, sino porque la estrechez presupuestaria y el criterio político así lo propiciaron. El trabajo de los que se fueron fue asumido por los que siguen en sus puestos, a base de vocación y sobreesfuerzo. Todo ello, a pesar de que su capacidad adquisitiva, recortes mediante, ha disminuido sobre un 30%. En suma, menos médicos, más trabajo y menos gratificación, todo ello llevado a un extremo que los profesionales califican ya de insostenible.
Los médicos lamentan, por supuesto, la pérdida de ingresos que sufren, en lo que sería la faceta laboral del conflicto. Pero hay otra faceta, la asistencial, que también denuncian, alertándonos de que la calidad del servicio se ha visto mermada a raíz de su continua precarización. Esto último tiene su expresión más inmediata en el tiempo de atención que se presta en los centros de asistencia primaria a sus usuarios. Los médicos quisieran limitar a 28 el número de pacientes que atienden diariamente. Dicen que de otro modo la calidad de la atención se resiente mucho. Pero el ICS cree que sería suficiente con garantizar una atención de doce minutos por paciente. Y aunque ha reconocido que se debe dignificar el trabajo en la asistencia primaria, y pese a que ha diseñado un plan para superar esta crisis, no hay en dicho plan, al decir de los médicos, las iniciativas necesarias para revertir la situación. Hay acuerdo en la cuestión de fondo, pero no en cómo abordarla.
Ni las reuniones entre las partes del domingo o de ayer han permitido alumbrar un acuerdo. De manera que el paro podría mantenerse a lo largo de toda la semana, hasta el viernes, con las previsibles incomodidades. Todas las huelgas del servicio público que afectan a los contribuyentes suelen ser recibidas con desagrado por estos últimos, incapaces de empatizar con los huelguistas. También esta vez, en la medida que puedan complicar la asistencia (si bien los servicios de urgencia están garantizados al 100%). Pero probablemente los ciudadanos son también conscientes de que satisfacer las reivindicaciones de los médicos obraría en su interés, que no es otro que recibir, cuando llaman a las puertas de la sanidad pública, una atención de primera calidad, servida por profesionales comprometidos con su labor y dotados de los medios necesarios.