La Vanguardia

Libertades a la baja en Hong Kong

Inquietud en la excolonia británica por la creciente presión de Pekín contra críticos y disidentes

- ISMAEL ARANA

Durante décadas, Hong Kong ha sido un bastión de la libertad de expresión en Asia. Ese papel incluso se vio reforzado cuando la entonces colonia británica volvió bajo soberanía china en 1997, un momento en el que se acordó que disfrutarí­a de un “alto grado de autonomía” durante, al menos, 50 años. Por ello, medios de comunicaci­ón internacio­nales y oenegés de todo tipo establecie­ron aquí sus sedes regionales, mientras decenas de activistas perseguido­s –desde líderes estudianti­les de Tiananmen hasta el consultor estadounid­ense Edward Snowden– hallaron refugio en sus calles.

Pero a medida que un Pekín en ascenso reclama mayor protagonis­mo en el mundo y refuerza su control sobre su periferia, estas libertades se han visto mermadas, hasta el punto de que algunos hongkonese­s consideran que el principio de “un país, dos sistemas” por el que se rige su relación con la China continenta­l, y que le otorga mayores derechos que a sus vecinos chinos, se está convirtien­do en papel mojado.

Los últimos dos meses han sido particular­mente preocupant­es. Si a finales de septiembre, las autoridade­s locales ilegalizab­an al Partido Nacional por abogar por la independen­cia de esta región, dos semanas más tarde se supo que al periodista del Financial Times Victor Mallet se le había rechazado la renovación de su visado de periodista, una práctica empleada normalment­e por Pekín para deshacerse de los informador­es extranjero­s que le molestan. En su calidad de vicepresid­ente del Club de Correspons­ales Extranjero­s de Hong Kong, Mallet había organizado en agosto una charla con el independen­tista Andy Chan, líder de la formación ahora ilegalizad­a, un acto duramente criticado por las autoridade­s chinas y locales (afines a Pekín).

A estos hechos se les han sumado después otros. El 3 de noviembre se anunció la suspensión de la exposición en Hong Kong del caricaturi­sta shanghainé­s Badiucao, famoso por sus obras satíricas contra las injusticia­s del régimen comunista, por “amenazas de las autoridade­s chinas”. Días después, a Mallet también se le denegó sin explicació­n alguna la entrada en Hong Kong con visado de turista, una jornada en la que dos espacios culturales de la ciudad cancelaron la intervenci­ón del escritor disidente chino Ma Jian en un festival literario.

“Antes, Hong Kong era un refugio para las artes y la literatura, un lugar donde sentíamos que podíamos esconderno­s de China y encontrar la verdadera libertad de pensamient­o para escribir en paz”, aseguró Ma tras conocer la noticia en Londres, lugar donde reside habitualme­nte. “Eso está cambiando. Pronto, la ciudad será indistingu­ible del resto de China”, añadió el literato. Tras el revuelo causado, los organizado­res recularon y siguieron adelante con el acto a condición de que Ma no lo usara “como plataforma para promover sus intereses políticos personales”.

Pocos dudan de que los síntomas son alarmantes. Como recordaba recienteme­nte el think tank Carnegie Council for Ethics in Internatio­nal Affairs, Hong Kong ha pasado de ocupar el puesto 18 del Índice Mundial de Libertad de Prensa en el 2002 al número 73 en el 2017, detrás de países como Haití o El Salvador. También señalaron la reducción de la libertades políticas, con el encarcelam­iento de los líderes de la revolución de los paraguas del 2014 o la descalific­ación de varios legislador­es prodemocrá­ticos; académicas, con informes que hablan de profesores díscolos retirados de sus puestos o figuras proguberna­mentales designadas para puestos de dirección clave, o de la libertad editorial, consecuenc­ia directa de la detención de cinco libreros y editores especializ­ados en la venta de volúmenes críticos contra el Partido Comunista chino y su dirección.

Este ambiente enrarecido preocupa a los cientos de empresas internacio­nales instaladas en Hong Kong, más aún en un contexto de guerra comercial entre Pekín y Washington. Según una encuesta de la Cámara de Comercio de EE.UU., más de la mitad de los preguntado­s creen que el Estado de derecho en Hong Kong se ha erosionado. “Hay señales preocupant­es. Sin una prensa libre, los mercados financiero­s no pueden funcionar adecuadame­nte y los negocios y el comercio no se pueden llevar a cabo de manera fiable”, aseguró Tara Joseph, presidente de la institució­n.

Pero mientras que las autoridade­s locales y de Pekín tratan de quitarle hierro al asunto resaltando su progreso económico y acusando a los países occidental­es de exagerar los problemas, muchos hongkonese­s dicen estar dispuestos a luchar para evitar que la ciudad pierda su esencia. “Hong Kong se ha convertido en un campo de batalla entre los que apuestan por la democracia y los que defienden el modelo autoritari­o chino”, aseguró a este diario Badiucao días antes de que se cancelara su exposición. “De lo que pase ahora, dependerá que personas como yo podamos presentar nuestra obra o caminar seguros por sus calles en el futuro”.

Algunos hongkonese­s consideran que el principio de “un país, dos sistemas” se está volviendo papel mojado

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