La Vanguardia

Clara Usón

Clara Usón, escritora, premio Sor Juana Inés de la Cruz por ‘El asesino tímido’

- XAVI AYÉN

ESCRITORA

La escritora barcelones­a Clara Usón fue galardonad­a ayer en la FIL de Guadalajar­a con el premio Sor Juana Inés de la Cruz, que distingue a la mejor novela del año en español escrita por una mujer, por El asesino tímido.

La barcelones­a Clara Usón era una mujer feliz ayer, en la Feria Internacio­nal del Libro (FIL) de Guadalajar­a (México), donde recibió el premio Sor Juana Inés de la Cruz, que distingue la mejor novela en castellano publicada por una mujer en cualquier país del mundo. La obra ganadora, El asesino tímido (Seix Barral) explora la vida de Sandra Mozarovski, una actriz del destape que apareció misteriosa­mente muerta a los 18 años. La autora mezcla eso con su propio descenso al infierno de las drogas, con el trasfondo generacion­al de una transición política alejada del idílico relato oficial.

¿Qué tiene que ver usted con una monja del XVII, sor Juana Inés de la Cruz?

En una época en que las mujeres debían estar calladas, ella escribió en todos los géneros. Era moderna, no se quería casar, se metió en un convento para estudiar y escribir. La condenaron al ostracismo, a abandonar su biblioteca a y a flagelarse, literalmen­te. Reivindicó el derecho de las mujeres a la educación. ¿Qué tiene que ver eso conmigo? Todo. Bajo el franquismo a las mujeres se nos considerab­a como a los dementes y los sordomudos, tenían que hacerlo todo con el permiso del marido. El franquismo era como Arabia Saudí. Y hoy, en la época del #Metoo aparecen figuras inquietant­es, como Trump, Bolsonaro, Orbán o Salvini, que se jactan de tratar a las mujeres como objetos. Eso, antes, no se podía decir públicamen­te, al menos había hipocresía, no se podían defender los crímenes contra mujeres, emigrantes y otras minorías, aunque las mujeres somos una minoría que en realidad es mayoría.

Es usted la primera catalana que gana el Sor Juana...

No soy nacionalis­ta, no me siento orgullosa de haber nacido aquí, pero claro que el lugar donde vives es muy importante y siento por mi ciudad un apego y un cariño muy grandes. Tuve la suerte de crecer en una época en que Madrid era cerrada y Barcelona abierta y cosmopolit­a, creaba espacios de libertad en medio del franquismo. Yo me he nutrido de mis lecturas de los autores del boom latinoamer­icano antes que de Galdós, y me ha influido más Chéjov que Calderón de la Barca.

Sandra, musa trágica del destape, es el eje de la novela...

Sandra fue víctima de su belleza, desde los 15 años la metieron a actuar en películas de destape, se quitaba el uniforme del colegio y se iba a rodar Lo verde empieza

en los Pirineos, por ejemplo, donde hacía de francesa que cae rendida ante el hipotético encanto de José Luis López Vázquez. Siempre hacía de cosas así, de chica de alterne, de virgen azotada y violada... El destape tiene una connotació­n política. Con la transición, se pudieron ver pezones en los cines, a Susana Estrada desnuda en las revistas. ¡Aquello era Sodoma y Gomorra! Era una exhibición impúdica y machista del cuerpo femenino –ellos nunca enseñaban nada– que vivimos falsamente como una explosión de libertad. Es como las drogas, era una época muy loca, de excesos, hasta el alcalde de Madrid llamaba a la gente a colocarse.

Lo que narra es trágico pero el tono es fluido y ameno, la sensación es de vitalidad.

Sigo el consejo de Chéjov: el que tiene que sufrir es el escritor, no el lector. Consigo una falsa naturalida­d. Las tragedias pasan mejor con humor y concisión.

¿La parte autobiográ­fica le ha costado?

Por una cuestión de pudor. Qué narcisismo, qué sensación de culpa, porque en el fondo yo soy una atea católica y siento culpa. Parezco una señora tan normal y respetable pero tengo ese pasado del que estaba avergonzad­a, esa época oscura de mi vida, el abismo, fui aspirante al suicidio y estuve reventada por las drogas y la locura. Vivía en una película de terror. Mis padres, a los que entonces aborrecía, fueron los que me salvaron la vida, hicieron por mí lo que unos padres convencion­ales no hubieran aguantado porque yo era absolutame­nte insoportab­le.

¿La literatura como terapia?

La literatura no sustituye al psiquiatra. Haber sufrido no es ningún mérito. Pero la novela me ha servido para quitarme el sentimient­o de culpa.

“Lo que dicen Trump o Bolsonaro antes no se podía decir en público, al menos había hipocresía”

“Parezco una señora tan respetable... pero tengo ese pasado del que estaba avergonzad­a, ese abismo”

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REFUGIO RUIZ Clara Usón, en la madrugada del jueves, con el premio Sor Juana Inés de la Cruz

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