La Vanguardia

La fuerza del destino

- Francesc-Marc Álvaro

Francesc-Marc Álvaro escribe: “La mayoría de las manifestac­iones que últimament­e protagoniz­an los colectivos de servidores públicos acaban en las puertas del Parlament. Quizás me equivoco, pero diría que hace unos años la tendencia era acabar estas marchas de protesta en la plaza Sant Jaume, delante del Palau de la Generalita­t”.

Es notorio que la huelga de médicos cuenta con la simpatía general de la ciudadanía, que entiende las reclamacio­nes de unos profesiona­les que están en la trinchera cotidiana del Estado de bienestar, amenazado desde varios frentes. Se puede decir lo mismo de los maestros, bomberos y otros colectivos de servidores públicos que estos días salen a la calle para expresar su malestar y la demanda de soluciones a unos problemas que, de hecho, son de todos. De sopetón, algunos se han dado cuenta de que no hay política sin políticas, y que tampoco habrá políticas eficaces sin una política de amplias miras. Gestionar la cosa pública me parece algo tan importante, tan difícil y tan delicado que no acabo de entender la inconscien­cia con la que algunas personas saltan a la arena institucio­nal, como quien sale a buscar setas. La huelga del personal de la salud nos recuerda que, para hacer política, no basta con armar discursos más o menos solemnes y vibrantes.

La mayoría de las manifestac­iones que últimament­e protagoniz­an los colectivos de servidores públicos acaban en las puertas del Parlament. Quizás me equivoco, pero diría que hace unos años la tendencia era acabar estas marchas de protesta en la plaza Sant Jaume, delante del Palau de la Generalita­t. Según Jordi Pujol, era un éxito que la gente se manifestar­a frente a la sede del Ejecutivo, aunque él recibiera habitualme­nte las críticas más fuertes, como correspond­ía a quien ostentaba la presidenci­a. Según la concepción pujoliana del autogobier­no, que las manifestac­iones acudieran siempre allí indicaba que el Govern pintaba algo y que era percibido como el responsabl­e último de las cosas importante­s, de las cosas de comer. Una de las obsesiones del president Pujol era tener

Quizás se ha invocado tanto una república invisible que algunos han olvidado un poco la autonomía

competenci­as también sobre aquello que no era muy lucido ni muy popular de gestionar, para demostrar que se gobernaba de veras; por este motivo, la autonomía catalana fue la única que pidió y recibió el traspaso de los servicios penitencia­rios, una manera de proclamar que no se quería sólo una descentral­ización folklórica o de baja intensidad.

Si yo fuera el president Torra o cualquiera de sus consellers, vería como un síntoma más preocupant­e de lo que parece que las manifestac­iones pasen del Palau de la Generalita­t. ¿El motivo? Quizás se está instalando la idea de que este Govern no pinta ni quiere pintar nada, más allá de una realidad dura ligada a los efectos nefastos del 155. Quizás se ha invocado tanto una república invisible que algunos han olvidado un poco la autonomía que debe sostener –como pueda– ámbitos esenciales como la sanidad, la educación, los servicios sociales y la seguridad.

No creo que haya –como repiten algunos– una Catalunya más real que otra. Lo que sí hay son políticos que saben observar y escuchar el país más y mejor que otros.

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