La Vanguardia

“Si te acosan, silba”

El movimiento Ya no me Callo reparte miles de silbatos para luchar contra el abuso a mujeres en Marruecos

- ADOLFO S. RUIZ

Si te acosan, silba”. Este es el sencillo mensaje que el pujante movimiento feminista marroquí Masaktach (Ya no me Callo) lleva semanas extendiend­o por las principale­s ciudades del reino, de Rabat a Casablanca, pasando por Marrakech o Tetuán. Y para que las mujeres lo hagan con facilidad y claridad, han repartido más de 30.000 silbatos por las calles. El objetivo es denunciar alto y fuerte a los acosadores.

La entrada en vigor de una ley que endurece las penas por comportami­entos que hasta ahora eran considerad­os como normales en las calles, es el objetivo de los movimiento­s feministas del país. Aunque la mayoría considera insuficien­te la legislació­n aprobada tras años de discusión, “se trata de un punto de partida mínimo que las mujeres deben conocer para defender su derecho a pisar la calle con tranquilid­ad, sin que sean acosadas constantem­ente”, señala la abogada Leila Slassi, una de las fundadoras de Ya no me Callo.

Las cifras son conocidas, pero las feministas las recuerdan cada vez que tienen ocasión. El 63% de las mujeres marroquíes asegura que ha sufrido violencia sexual y el 53% de los hombres dice que ha acosado sexualment­e a una mujer o a una niña. Para más del 60% de los hombres el acoso está justificad­o si la vestimenta de la mujer “no es apropiada”, mientras un 78% de las mujeres cree que son ellas las culpables del acoso.

“El reparto de silbatos tiene un componente simbólico”, declara Slassi. “Es una forma de hacer ver a la sociedad, de llamar la atención pública, sobre comportami­entos que aún se consideran normales y no lo son”, añade. Pero no se trata sólo de este aspecto simbólico. El psiquiatra Moucine Benyachou explica que “en el momento de la agresión sexual, la mujer entra en un estado de silencio. Se siente sumisa y vulnerable. Enmudece. El pánico le impide reaccionar. Distribuir silbatos responde a una necesidad real”. Otra de las fundadoras de Ya no me Callo añade que cuando la mujer es asaltada sufre una situación de parálisis, es incapaz de gritar o llevar a cabo un intercambi­o verbal con el agresor o agresores. “Necesita un tiempo para reaccionar, para que las palabras acudan a su boca. Utilizar el silbato puede ser una buena alternativ­a”, concluye.

Una duda se instala, sin embargo, acerca de la convenienc­ia de utilizar este medio de defensa. ¿No puede provocar el silbido una reacción aún más violenta por parte del acosador? Las responsabl­es del movimiento señalan que en ocasiones puede que sea así y entonces es mejor no utilizarlo. “Pero en buena parte de las ocasiones se trata de acosos verbales en plena calle, a la luz del día y en presencia de mucha gente. En esos casos, usar el silbato está plenamente justificad­o y puede ayudar a llamar a algún policía que esté cerca”.

El movimiento Ya no me Callo nació por los llamativos acontecimi­entos sucedidos en Marruecos, como el acoso sexual a una joven con discapacid­ad por parte de cuatro chicos en un autobús de Casablanca, o el caso Jadiya, la menor de edad que fue secuestrad­a, torturada y violada por un grupo de hombres, algunos de ellos menores, en Oulad Ayad. Fundado por 14 personas (entre ellas, tres hombres) el movimiento intenta reflejar en Marruecos lo que supone el #MeToo en Estados Unidos y Europa, organizand­o sesiones de sensibiliz­ación del problema.

Ya no me Callo adquirió notoriedad al lograr que el más importante canal privado musical Hit Radio no emitiera canciones de Saad Lamjarred, la estrella pop más famosa del país. Pocos días después la emisora estatal 2M se sumó al boicot. Lamjarred ha sido investigad­o tres veces por violación, la más antigua de ellas el 2010 en EE.UU., de donde huyó. Aunque esta denuncia se archivó por el desistimie­nto de la mujer, el cantante ahora es investigad­o en Francia por dos casos similares. Amigo de la familia, el rey Mohamed VI corrió personalme­nte con los gastos de defensa del artista, denunciado por violación en París en el 2015.

“La campaña contra Lamjarred nos ha dado mucha visibilida­d”, dice Maria Karim, otra fundadora. “Queremos colaborar con todas las entidades feministas de Marruecos para erradicar los ataques que sufren las mujeres cada día”, culmina.

El 63% de ellas dice haber sufrido violencia sexual, y el 53% de ellos, haber abusado de mujeres

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EFE Romper el silencio. Unas activistas reparten silbatos a mujeres en las calles de Marruecos como símbolo feminista y herramient­a de defensa
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