El alma de ‘Bob Esponja’
STEPHEN HILLENBURG (1961-2018) Biólogo marino y animador estadounidense, creador de la famosa serie de dibujos animados
Bob Esponja, el ingenuo protagonista de la serie de dibujos animados homónima, un tipo con forma de esponja de baño amarilla, un personaje inocente y optimista tendente a causar estragos, estará llorando lágrimas de desconsuelo en el fondo del mar. Su creador, el estadounidense Stephen Hillenburg, falleció el pasado lunes en su casa de California debido a la esclerosis lateral amiotrófica (ELA) que padecía, según confirmó en un comunicado la cadena televisiva infantil Nickelodeon. Hillenburg tenía 57 años, y en marzo del 2017 había desvelado al público la enfermedad que acababan de diagnosticarle, que no tiene cura. Anunció, con todo, que seguiría trabajando en las peripecias de su criatura mientras pudiera, como así ha sido.
“Steve impregnó a Bob Esponja de un sentido del humor e inocencia únicos, que han proporcionado alegría a generaciones de niños y familias en todas partes –reza el comunicado de Nickleodeon–. Sus personajes absolutamente originales y el mundo de Fondo de Bikini permanecerán como un recordatorio del valor del optimismo, la amistad y el poder ilimitado de la imaginación”.
En efecto, en la absurda ciudad submarina Fondo de Bikini reside el siempre sonriente y entusiasta Bob Esponja, junto a su tontorrón amigo Patricio (una estrella de mar); su vecino cascarrabias Calamardo (un pulpo); su jefe rácano y abusón, el señor Cangrejo, dueño del restaurante de comida rápida El Crustáceo Crujiente, y su inteligente amiga Arenita (una ardilla), único personaje terrestre, que usa por ello escafandra. Sus delirantes aventuras han dado lugar hasta ahora a 250 episodios –la serie continuará produciéndose– y han ganado varios premios Emmy.
Stephen Hillenburg concibió, escribió, dirigió y produjo la serie de dibujos animados Bob Esponja, estrenada en Estados Unidos en mayo de 1999, y que alcanzó un éxito inmediato. En los años sucesivos, la serie saltó a televisiones de todo el mundo –la emiten o la han emitido unas 150 cadenas, en más de 60 idiomas–, hasta convertirse en un rutilante fenómeno de cultura popular y en un negocio millonario. La esponja amarilla ha generado dos películas (la primera, escrita y realizada por el propio Hillenburg) más una tercera prevista para el 2020, y un musical en Broadway, además de un pingüe emporio de libros y merchandising global.
“No sé explicar por qué Bob Esponja ha alcanzado tanta popularidad”, confesó Stephen Hillenburg a esta periodista en diciembre del 2011 durante una entrevista en Barcelona. “Es lo que se dice un personaje inocente; es un adulto, con casa y empleo, y al tiempo es un crío inocente y entusiasta, pero operando en un mundo de adultos –dijo el creador–. Los niños se identifican con ese tipo de personajes, y los padres que ven la serie con sus hijos, también. Para ellos y ellas, Bob es un ser lleno de buenas intenciones que las más de las veces da buen ejemplo”.
Stephen McDannell Hillenburg nació en 1961 en Lawton (Oklahoma), pero la familia se mudó a California siendo él niño. Allí se graduó en Ciencias Naturales, especialidad en Biología Marina, por la Universidad Estatal Humboldt, en 1984. Durante un tiempo dio clases en un instituto y, artista en ciernes, dibujó un cómic para enseñar biología marina a sus alumnos. Pero le podía el gusanillo gráfico, así que en 1992 cursó un máster de animación experimental en el Instituto de Artes de California.
A partir de entonces se dedicó a plasmar sus dos pasiones, el mar y el dibujo, en la animación. Empezó a trabajar para Nickelodeon en el equipo de una serie de dibujos ya existente y después imaginó e infundió vida animada al jovial, cándido e inconsciente Bob Esponja y a su tropel de amigos. En el 2004, tras el estreno de la primera película, Hillenburg optó por delegar y se concentró en la producción ejecutiva de la serie.
El pasado abril, Stephen Hillenburg recibió un premio Emmy especial “por su contribución e impacto en el ámbito de la animación y dentro de la industria de la radiodifusión”, que él mismo pudo recoger. Tras su fallecimiento, queda la herencia entrañable y disparatada de Bob y sus compinches, llamados a figurar en la historia de la televisión por su imagen innovadora, por la alegre desmesura de sus tribulaciones y por la frescura de su lógica.