Plensa: “No leo críticas porque no quiero que afecten a mi pensamiento”
vuelve a estar en el origen de Rumor, una pieza poética y hermosa en la que una sola gota de agua percutiendo en un platillo metálico llena el espacio, como un metrónomo que da el ritmo de la vida. El sonido del agua, con su metáfora del fluir, es también una presencia constante en otra de las salas con Dante’s Dream (una ja-
rra volcada que no cesa de manar), cuyo murmullo remite al artista a un jardín mediterráneo, a la infancia, a las fuentes, al fluir de la vida…”. El sonido y el silencio alternándose también en Matter-Spirit, dos grandes gongs que el visitante es invitado a golpear con una maza –Plensa prefiere hablar de “acariciar” o “mimar”– provocando (y al mismo tiempo sintiendo) la vibración de la materia. Que hable.
Ferran Barenblit se siente halagado cuando alguien le comenta que estamos ante un Plensa desconocido y que sin duda sorprenderá a quien acuda al Macba con ideas preconcebidas. “Por algún motivo se da una tendencia a acudir al museo para reconocer lo que ya conocemos, a comprobar que aquello que teníamos en la cabeza es tal como pensábamos. Y sólo cuando se rompe esa expectativa pasamos de reconocer a conocer, que para mí es mucho más importante”, señala el comisario, que añade: “A lo que no renuncia la exposición es a la capacidad de generar conocimiento y emociones”.
El visitante descubrirá así al Plensa que a mediados de los noventa pasó veinticuatro meses fotografiando dos centenares de cocinas en las ciudades de Dallas y Caracas con la voluntad de hablar de las personas anónimas que de verdad hacen las ciudades (el mismo aliento que daría lugar más tarde a su célebre Crown Fountain de Chicago). Hay también un homenaje a los niños huérfanos por culpa de las guerras, simbolizados por unos pequeños ángeles en bronce que han quedado clavados en la pared, como si no pudieran volar, para cuyos moldes utilizó los muñecos heredados de su madre. Más familiar resulta el globo terráqueo hecho de notas musicales (Autorretrato con música, su obra más reciente, hecha ex profeso para la muestra) y una instalación, Silence, donde aparecen los rostros de siete niñas con los ojos cerrados, esta vez construidas con maderas recicladas de una fábrica derruida.
“Yo creo que esta exposición es muy bonita porque enseña esos huesecillos pequeñitos que tenemos entre los huesos grandes y que son clave para que nuestro organismo funcione”, resume Plensa, que dice no leer las críticas –“no es que no me interesen, no quiero que afecten a mi pensamiento, que me perturben en positivo o negativo”– y en los próximos días sumará una nueva escultura pública en la plaza Colón de Madrid. En primavera plantará otra en el atrio de la basílica de Montserrat.
CONTRA EL RUIDO
El artista pide silencio, porque el silencio es una invitación a hablar con nosotros mismos