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La propuesta gubernamental para limitar los aforos de varios cargos públicos, y la toma de posesión de Andrés Manuel López Obrador como nuevo presidente de México.
EL 65.º presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, también conocido popularmente con el acrónimo AMLO, toma hoy posesión del cargo después de una larga y polémica carrera política en la que, en el 2006, estuvo a medio punto porcentual de lograr la presidencia. El mandato de cinco años que hoy se inicia puede ser trascendente para el futuro de aquel país norteamericano azotado por una corrupción endémica, un paro estructural paralizante, unas desigualdades pavorosas, una terrorífica presencia de los cárteles de drogas y una anquilosada violencia de género.
López Obrador, que se impuso en las elecciones del pasado 1 de julio con más del 53% de los votos, ha prometido que su mandato discurrirá sobre dos ejes: la lucha contra la corrupción y la gestión de un gobierno austero bajo el eslogan “Por el bien de todos, primero los pobres”. El nuevo presidente, que acaba de cumplir 65 años, ha prometido que el crecimiento salarial nunca estará por debajo del índice de los precios al consumo, que no habrá aumento de la presión fiscal ni de la deuda, que no habrá reforma del marco legal financiero, que garantiza la autonomía del Banco de México, un sistema de aprendizaje para que los jóvenes puedan entrar en el mercado y, finalmente, una nueva refinería que evite la compra de petróleo al extranjero y, por tanto, favorecer la contención del precio de la gasolina. Un programa que podría suscribir un socialdemócrata europeo.
Sin embargo, las maneras de López Obrador más bien recuerdan a las de un líder populista. En su larga y accidentada carrera política, desde que en 1988 se adhirió al Partido de la Revolución Democrática (PRD), escisión del PRI liderada por Cuauhtémoc Cárdenas, y desde que en el año 2012 lo abandonó para formar el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) que le llevaría a la presidencia, han sido varias las ocasiones en que ha utilizado a las bases para presionar en la calle decisiones de juntas electorales o de tribunales. Con sus formas agresivas y populistas, se ganó la confianza de las clases más desfavorecidas para alcanzar sus objetivos políticos.
Es cierto que, de un tiempo a esta parte, López Obrador ha moderado su lenguaje, una de las claves de su rotundo triunfo electoral, como cuando prometió que “habrá cambios profundos, pero con arreglo al orden legal”. Sin embargo, habrá que ver cómo se comporta cuando la oposición parlamentaria haga su papel. En todo caso, México precisa que su mandato presidencial esté cargado de éxitos, porque significará que algunos de los graves problemas que colapsan el país se van resolviendo.