La Vanguardia

La alemana que llegó tarde

Una avería en el avión oficial retrasa la aparición de Merkel en el G-20

- MARÍA-PAZ LÓPEZ Berlín. Correspons­al

La canciller de Alemania, Angela Merkel, que gobierna la primera economía de Europa, un país con reputación de eficiencia y puntualida­d, llegó ayer con más de doce horas de retraso a la cumbre del G-20 en Argentina. Debido a una avería en el avión gubernamen­tal –en este caso un Airbus A340 de nombre Konrad Adenauer–, detectada en pleno vuelo en la noche del jueves, Merkel y su séquito tuvieron que viajar el viernes temprano a Madrid, y tomar allí a las 9 de la mañana un vuelo comercial de la aerolínea española Iberia, que les transportó fielmente a Buenos Aires.

El retraso supuso un descalabro para el calendario de encuentros bilaterale­s de Merkel con los presidente­s de Estados Unidos, Rusia, China e India, e impidió que la canciller estuviera en la tradiciona­l foto de familia de líderes en la cumbre.

El Konrad Adenauer había despegado de Berlín rumbo a Buenos Aires sobre las siete de la tarde del jueves, pero cuando llevaba una hora de vuelo, ya en el espacio aéreo neerlandés, el comandante informó al ilustre pasaje del “mal funcionami­ento de varios sistemas electrónic­os”. El aparato dio media vuelta y hacia las nueve de la noche efectuó un aterrizaje de emergencia en el aeropuerto de Colonia. Según Der Spiegel, la tripulació­n tuvo que echar mano de un teléfono satelital para la maniobra de aterrizaje.

El Ministerio de Defensa intentó entonces activar otro avión oficial, con su tripulació­n, para proseguir viaje pero fue imposible. Así que Angela Merkel, que viajaba acompañada por el vicecancil­ler y ministro de Finanzas, Olaf Scholz; diversos colaborado­res; y un grupo de periodista­s alemanes, desembarcó y pernoctó en un hotel de Bonn.

“Era una avería grave –dijo Merkel a la prensa ya en el hotel–. Por fortuna, contábamos con una tripulació­n excelente, y con un experiment­ado piloto del grupo de misiones aéreas especiales”. El fallo técnico se produjo en la caja de distribuci­ón eléctrica y afectó al sistema de comunicaci­ón, según confirmó ayer un portavoz de la Luftwaffe, la fuerza aérea alemana. Se descartó todo dolo en la avería. A primera hora del viernes, la canciller y una delegación más reducida reemprendi­eron viaje vía Madrid.

Lo peor, como apuntaban ya ayer medios alemanes, es el daño en imagen; “devastador”, según el rotativo económico Handelsbla­tt, por ser una nefasta publicidad para los productos made in Germany. Para los observador­es extranjero­s, no es difícil ver en lo sucedido una muestra más de la alergia germana a invertir en mejoras y mantenimie­nto, con una economía obsesionad­a por producir para exportar, y meter las ganancias a buen recaudo en el banco.

De hecho, en materia de aviones oficiales, lo ocurrido no es novedad. La semana pasada, el presidente federal, Frank-Walter Steinmeier, se retrasó en una gira africana por desajustes en otro Airbus A340, este llamado Theodor Heuss; y en junio no pudo despegar a tiempo hacia Minsk por problemas en el sistema hidráulico del Konrad Adenauer.

Este aparato dedicado al fallecido patriarca democristi­ano –que forma parte de la flota gubernamen­tal desde el 2011, tras haber servido diez años como avión de línea en Lufthansa– parece especialme­nte proclive a percances. En octubre le amargó el regreso a Scholz tras una reunión del FMI en Indonesia. La causa fue de sonrojo: unos malditos roedores habían mordisquea­do cables eléctricos de a bordo.

Tras el desaguisad­o, la canciller alemana tuvo que viajar a Buenos Aires desde Madrid en un vuelo de Iberia

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