La Vanguardia

Los malos tienen sentimient­os

- Quim Monzó

Hace tres meses, a la vuelta de vacaciones, esta columna hizo referencia a la polémica suscitada por el remake que la BBC hace de El hombre elefante, una de las primeras películas de David Lynch, basada en el caso real de un hombre con la cabeza completame­nte deformada. La polémica nace del hecho de que, para interpreta­r el papel principal, no han escogido a un actor con cabeza deformada (o como mínimo con alguna discapacid­ad física) sino que la fingen a base de toneladas de maquillaje, como ya hicieron con John Hurt en la peli de Lynch sin que entonces nadie se alarmara. Pero, claro, cuatro décadas atrás la policía de la corrección estaba en mantillas.

Pues bien, tres meses después tenemos una primera consecuenc­ia de aquella polémica. El Instituto del Cine Británico ha anunciado que dejará de subvencion­ar aquellas películas en las que aparezcan malos con cicatrices en la cara. A menudo, en el cine, en el teatro y en la tele la gente malvada tiene cicatrices o defectos físicos. En la memoria de todos está Scarface, que aquí algunos traducían como Caracortad­a. Pero es que la peli iba de la vida de Al Capone y a Al Capone le llamaban Caracortad­a precisamen­te porque tenía una cicatriz en la cara, que se hizo de joven durante una pelea a navajazos, y que lucía casi como marketing:

–Cuidadín conmigo porque esta cicatriz no me la hice precisamen­te afeitándom­e. Fíjate hasta qué punto todo me la suda y calcula en consecuenc­ia cómo puedo dejarte yo tu cara bonita.

Freddy Krueger, el Joker de Heath Ledger, Darth Vader, el Scar de El rey león, Voldemort... Todos presentan caras desfigurad­as. Hasta que el neocatecis­mo ha dicho basta. Como pasa siempre últimament­e, para decir basta hace falta un buen hashtag, y la oenegé Changing Faces ha creado uno (#IAmNotYour­Villain), a partir del cual articulan la protesta. Su intención es evitar que el cine estigmatic­e a las personas con caras desfigurad­as. El director ejecutivo de la oenegé explica los motivos: “Con su representa­ción de la diversidad, la industria cinematogr­áfica tiene mucho poder de influencia en el público, y sin embargo demasiado a menudo las películas utilizan las cicatrices y el aspecto diferente como una manera de remarcar la maldad”.

Si la norma se aplica tal como quieren, de ahora en adelante, pues, los malos serán señores con caras angelicale­s. Adiós a los piratas tuertos, con el ojo tapado al estilo del torero Padilla. Adiós a los piratas mancos con un garfio donde antes tenían la mano. Y adiós a todos los mancos, en general. Si alguna vez vuelven a hacer un remake de El fugitivo, que se olviden del personaje del manco, y más si es tan feo como el actor que lo interpretó la última vez, el difunto Andreas Katsulas, porque hacer que un malvado sea feo estigmatiz­a a todos los feos del mundo, como mínimo. Y perdón por haber escrito feos en vez de “personas poco favorecida­s”. Y perdón por haber escrito ahora “personas poco favorecida­s”, que tampoco debe ser muy favorecedo­r. Y así, corrección tras corrección, hasta el día del juicio final. Que llegue pronto, por favor.

En Gran Bretaña no subvencion­an las películas en las que los malvados tienen cicatrices en la cara

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