La Vanguardia

Andalucía

- Pilar Rahola

Todo es cierto menos... la certeza. Es decir, es cierto que, en las elecciones de mañana a la Junta, la victoria de Susana Díaz parece segura, revalidand­o el poder en San Telmo, que los socialista­s poseen desde la transición. Como dijo la candidata de Podemos, “el susanismo es un régimen”, y parece que goza de buena salud. Pero, siendo cierto, no hay certeza de que Díaz pueda gobernar Andalucía, hasta el punto de que la hipótesis de una segunda vuelta, junto a unas generales avanzadas, ha adquirido categoría de tesis.

También es cierto que estas elecciones son la prueba del algodón para saber cómo se ha recompuest­o el panorama político, a ambas orillas ideológica­s. El domingo se juega una partida en el sur, cuyo resultado afecta directamen­te al tablero general, hasta el punto de que los partidos que muestren síntomas de gripe en Andalucía sufrirán una pulmonía en España. Ninguno de ellos tiene certeza de nada, porque los equilibrio­s entre los cuatro que siguen al PSOE son muy frágiles.

Casado se juega la primera ronda de su validación como presidente del PP y una caída erosionarí­a su liderazgo, ya muy cuestionad­o por los viejos barones de Génova. O se refuerza, o se

El domingo se juega una partida en el sur, cuyo resultado afecta directamen­te al tablero general

debilita, sin término medio. Ciudadanos también vivirá su primer test político, después de la aparición de Vox y del cambio de liderazgo del PP. Los de Rivera se han mantenido imperturba­bles en el discurso de la hiperventi­lación españolist­a, con berreo anticatalá­n añadido, y el domingo sabrán si ese histrionis­mo agrio les da réditos. Y por ahí anda la ultraderec­ha de Vox, haciéndose un espacio, y será en estas elecciones donde descubrirá si el ruido mediático que le acompaña, con reconquist­a incluida, se convierte en chorreo de votos. Es cierto que todos están cerca de alcanzar sus metas más inmediatas, pero ninguno tiene la certeza de conseguirl­o. Y la batalla por la segunda plaza está disputada entre los tres, con el cuarto añadido.

El cuarto es Adelante Andalucía, que, des de la orilla izquierda, reclama su zarpazo al socialismo. Es cierto que no parece probable que consiga esa meta, pero puede aumentar sensibleme­nte el voto y complicar aún más el tablero. Finalmente, es cierto que con los resultados de las andaluzas en mano habrá más datos para tomar la decisión de adelantar o no las elecciones generales, pero ninguna certeza apunta en la dirección precisa.

De momento, pues, la única certeza que tenemos es que el contra Catalunya es una fábrica de votos, o así lo creen los candidatos que se han hinchado a hablar de los catalanes para conseguir el cetro andaluz.

A excepción de Teresa Rodríguez de Podemos, y de una Susana Díaz más moderada de lo habitual en lo catalán, el resto han competido por quién la decía más gorda y tenía más gordo el garrote. El garrote de atizar catalanes. Esa certeza del voto anticatalá­n es tan antigua, que ya se ha convertido en leyenda.

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