La Reina se corona con la última tiara
La reina Letizia ya ha lucido todas las diademas que forman parte del joyero real. Sólo una es de su propiedad privada
Letizia Ortiz no pudo hacer uso de las joyas de la corona hasta que se presentó en la catedral de la Almudena dispuesta a darle el sí a Felipe de Borbón. El día antes, en la cena ofrecida en el palacio de El Pardo a los invitados a su enlace, había lucido un raquítico conjunto de pendientes y colgante de oro blanco, zafiros y brillantes más propios de una oferta de grandes almacenes que de un joyero real. Los años le han permitido resarcirse, con creces, de aquella noche aciaga en al que, además, fue vestida de princesa Disney.
La cena de gala que los Reyes ofrecieron al presidente de China,
Xi Jinping, y a su esposa, Peng Liyuan, el pasado miércoles en el Palacio Real, fue la ocasión propicia para que la ya reina Letizia concluyera su proceso de coronación luciendo la más espectacular de las tiaras que forman parte del tesoro familiar, la única que aún no había utilizado. Le llaman La Rusa , a la diadema, claro, y en su momento
María Cristina de Habsburgo,
viuda de Alfonso XII y madre de Alfonso XIII, se la regaló a sí misma, en sus tiempos de reina regente, para seguir la moda impuesta por
Dagmar de Dinamarca, (llamada María Fedorovna, tras su matrimonio con el zar Alejandro III) inspirada en los tocados rusos.
La diadema pasó a ser propiedad de Alfonso XIII, quien a su vez la dejó en herencia a su nuera Mercedes de Borbón. La madre del rey Juan Carlos también recibió, pero sólo en usufructo, las joyas de la reina Victoria Eugenia que pasan de reina a reina. La Rusa no se incluyó en ese lote y la condesa de Barcelona la cedió en vida a su hija Pilar de Borbón y su nieta Simoneta Gómez Acebo, que la lucieron en sus respectivas bodas. Tras la muerte de su madre, el rey Juan Carlos llegó a un acuerdo con sus hermanas,
Pilar y Margarita, y la famosa diadema pasó a ser de uso de la reina
Sofía. En teoría, todas esas joyas que sólo pueden (y deben) ser usadas en grandes ocasiones (aunque a
Letizia le encanta sacar del cofre las pulseras gemelas de Cartier) son propiedad del titular de la Corona y si es hombre (como los últimos titulares) su uso corresponde a la reina consorte. No pueden venderse, ni sustituir ninguna de sus piezas. De valor incalculable, lo mantienen incluso si se desmontaran.
La reina Letizia lució en su boda una tiara, llamada La Griega, que sí es propiedad privada de la reina Sofía, que la heredó de su madre y ésta de la suya. En su época de princesa, la tiara preferida de Letizia era la floral, que Franco regaló a Sofía de
Grecia con motivo de su boda y que, antes de venderse en los años 40, había pertenecido a la familia real española. La infanta Cristina lució esa diadema el día de su boda, junto a unos pendientes de chatones de la reina Victoria Eugenia que ahora son los preferidos de Letizia.
La Reina es ahora quien dispone de las llaves del joyero, cedido por la reina Sofía, quien se ha reservado las joyas que heredó de su madre y las que ha recibido como regalo. También la reina Letizia, además de las joyas históricas de las que dispone en usufructo, tiene una buena colección, siendo las piezas más valiosas las que recibió como regalo de bodas de diferentes monarquías árabes. El Rey, aún príncipe, regaló a Letizia una tiara de brillantes coronada con perlas, una pieza modesta comparada con las imponentes diademas históricas, pero, ¿quién se resiste a lucirlas?