La Vanguardia

¡Hey, Mickey!

- Nieves Álvarez

El paso del tiempo tampoco perdona a los personajes animados. Mickey Mouse soplaba, hace unos días, noventa velas dejando a su paso una vida risueña focalizada únicamente en teñir la existencia de color, de llenar los hogares de fantasía y de mantener viva la luminiscen­cia de la infancia. Su sonrisa imperecede­ra forma parte de todo ser humano y sus aventuras nos han transporta­do a una realidad paralela; una vía de escape tan necesaria para subsistir en un mundo poco soñador y tremendame­nte arrogante. Este pequeño roedor es la representa­ción del bien, la educación, el optimismo desmedido, la cortesía y la perpetua fidelidad a sus amigos y a su inigualabl­e compañera de vida, Minnie.

Mickey ha sido y seguirá siendo el influencer por antonomasi­a. Cuenta con una comunidad de seguidores en todo el globo terráqueo, su look con guantes blancos es el más repetido, su personal historia de amor la más admirada y su rostro, el más rentable. El 18 de noviembre de 1928, marcó el inicio de un fenómeno global. Walt Disney daba vida a una celebridad de la animación. El ratón más popular de la historia se presentaba en sociedad al timón de un barco de vapor. Pese a que la imagen era en blanco y negro, su esencia vivaz cautivó inmediatam­ente a la audiencia y su notoriedad fue tal que fue el primer personaje animado en conseguir una estrella en el paseo de la Fama hollywodie­nse.

Cine, teatro, musicales, nueve décadas destinadas al entretenim­iento de los demás. Por ello, ahora le tocaba a él ser el espectador de su triunfo. El pasado fin de semana, Disneyland París abría sus puertas a todos aquellos invitados a uno de los cumpleaños más icónicos. La it

girl Chiara Ferragni amadrinó una cita de excepción junto a otros influencer­s como Minnie, que junto a su eterno prometido inauguró la Navidad con el encendido del abeto. Por supuesto no faltó el resto del clan: Goofy, Pluto, Donald o Daisy esperaban al homenajead­o en una fiesta sorpresa que amenizó la cantante Zara Larsson.

Qué diferente hubieran sido nuestras vidas sin Disney. Un universo transgener­acional al que hemos recurrido para perdernos, incluso encontrarn­os, en multitud de ocasiones. Sus historias utópicas y personajes idealistas han generado ilusión a la par que controvers­ia. Mickey y su escuadrón de príncipes azules, doncellas capturadas, monstruos entrañable­s y cándidos animalejos han dulcificad­o, con el tiempo, nuestra personalid­ad. Paralelame­nte, este cosmos de brillantin­a, bandas sonoras conmovedor­as y vestidos principesc­os han engendrado un agnosticis­mo social ante temas tan trascenden­tales de nuestra existencia como el amor, la convivenci­a o la igualdad.

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