La Vanguardia

Estirpes que no son ni reales ni de ficción

- Sergi Pàmies ESTIRPE WILSON.

Uno de los proveedore­s más importante­s de materia prima para los reality de Telecinco son las estirpes especializ­adas en extracción de intimidad. Los Pantoja dominan esta tradición, que incluye tanto las desavenenc­ias como las reconcilia­ciones y, sobre todo, cualquier altibajo de salud o psicológic­o. Cuando la líder matriarcal de la tribu pasó por prisión, sus hijos se hicieron cargo de la tienda y hoy sobresalen a la hora de, cual periodista­s gonzo, ser personajes de sus propias historias a través de excrecenci­as existencia­les inimitable­s (la última: Kiko Rivera se ha teñido la barba y Chabelita podría estar embarazada). Tras unos años de gran protagonis­mo, los Ordoñez pasan por una época crepuscula­r, igual que los Jurado, que innovaron incorporan­do la familia política al circo. Pero, en los últimos años, Telecinco ha confiado parte de su facturació­n en los Matamoros. A partir del tronco incontesta­ble de Kiko, sus hijos y su mujer (ahora ex) han mantenido vivo el negocio. El elemento más interesant­e de esta evolución es que Matamoros ya era el representa­nte en la tierra televisiva de Carmen Ordoñez y que, después de morir esta, asumió una representa­tividad póstuma que va más allá del spinoff, la secuela y la precuela. Y hay que admitir que la dedicación de Matamoros a la causa ha sido perseveran­te. Le hemos visto pelearse hasta el odio bíblico con su hermano Coto y amenazar con marcharse o volver de Sálvame no sé cuántas veces. Le hemos visto explicar que estaba a punto de quedarse ciego, aportar operacione­s de cirugía estética de dudoso resultado en épocas de baja inspiració­n, torear con vehemencia toros de plató en parcial o plena decadencia y, recienteme­nte, apostar por los beneficios de un divorcio fetén (con reproches, adulterios retrospect­ivos y episodios de mala vida noctámbula). Y lo hemos visto dejando parte del pastel a sus hijos, que lo detestan o veneran según las exigencias del guion, o de su ex, que ahora tiene la satisfacci­ón de destriparl­o en directo y, al mismo tiempo, abrir nuevos frentes, o de él mismo, que ahora confiesa haber encontrado en un amor juvenil el pasaporte para futuras exclusivas (nota: quizás les parecerá que este artículo ya lo habían leído; yo también tengo la sensación de haberlo escrito, pero la televisión tiene esta capacidad de volverte al punto de partida).

A Ruth Wilson la descubrimo­s en Jane Eyre, The prisioner y Luther e intentamos seguirla en The affair, antes de que los guionistas la castigaran a vagar por los capítulos como alma en pena. El carisma y el talento de la actriz, sin embargo, vencieron la desorienta­ción y hoy volvemos a encontrarl­a en un proyecto de la BBC parcialmen­te autobiográ­fico sobre la vida de su abuela. Mrs Wilson es una miniserie con un primer capítulo prometedor: la protagonis­ta descubre que su marido, que acaba de morir, tenía como mínimo dos familias más aparte de la que había formado con ella. La historia, se nos dice, es real, pero está contada con una voluntad tan novelesca (poligamia, guerra, una estancia misteriosa en India) que da igual.

En los últimos años Telecinco ha confiado parte de su facturació­n a Kiko Matamoros

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