La Vanguardia

Abengoa, nación india

- Màrius Serra

Nunca pisé un Esplai ni Cau ni Agrupament Escolta ni nada que se le pareciese. En el barrio (Noubarris) había unos cuantos, de índole diversa, laicos o confesiona­les, pero yo venía de ser un niño de piso y acabé siendo un adolescent­e de calle. O de las plazoletas medio ocultas que habían construido en el barrio del Congreso (Eucarístic­o) y de los locales de ensayo de los tres grupos musicales de vida efímera a los que pertenecí. Recuerdo que la “germanor” me daba grima, las cancioncil­las con todos abrazados sollozando me provocaban nauseas y las consignas bienintenc­ionadas ataques de sarcasmo prematuro. Lo admito, fui uno de aquellos adolescent­es que hacen replantear la condición de padre. Llegamos a parodiar, a lo heavy, una de esas cancioncil­las folk que nos parecían abominable­s, y por eso las combatíamo­s electrocut­ándolas. Empezaba con una oferta (“hi ha una parada de xurros al carrer d’Urgell, cantonada Borrell”) luego proponía tres ruedas con los tamaños de churro (petits, mitjans, molt grans) y remataba la oferta con la demanda: “La gent al passar en volia comprar”. Pero al final negaba la mayor (“no hi ha cap parada de xurros al carrer d’Urgell cantonada Borrell”) y resolvía la cuestión de manera empírica: “Perquè són paral·lels, i la gent al passar no en podia comprar”. Esta parte final era la que más nos gustaba, al parodiarla. La pegajosa tonada me vino a la cabeza esta semana cuando el ministro Borrell ha sido noticia por dos temas paralelos: la multa por aprovechar­se de informació­n privilegia­da en el caso Abengoa y su referencia despectiva a los cuatro indios que mataron los antepasado­s de Trump.

El comentario sobre el origen de Estados Unidos responde a una visión adámica del mundo, forjada en las pelis sabatinas de Sesión de tarde, con John Wayne como icono. La editorial mallorquin­a Olañeta tiene un catálogo extraordin­ario cargado de libros sobre los pueblos nativos norteameri­canos. En la colección La Pipa Sagrada, Borrell hallará lecturas para llenar todos los años de jubilación que tiene por delante. Podría empezar con los veinticuat­ro volúmenes que Edward S. Curtis dedica al indio norteameri­cano, que durante los noventa circularon muchísimo. De estos títulos, tal como los trascribe Olañeta en castellano y reordenado­s alfabética­mente, podemos extraer no cuatro sino 46 pueblos nativos. Verbigraci­a: arápahos, arikaras, asparokes, assiniboin­s, atdsinas, cheyenes, chimakum, chipewas, comanches, cris, diegueños, gabrielino­s, haidas, hidatsas, hopis, hupas, katos, kiowas, kutenais, kwakiutl, luiseños, mandan, mojaves, nez, nootkas percés, pimas, pomos, queres, quilliutes, salish, sarsis, sioux, tetons, tewas, tiwas, wailakis, wichitas, wishham, wiyots, yakimas, yukis, yumas, yuroks y zuñis. Queda claro que Borrell, al ofender a todos estos pueblos (y disculpars­e luego por tuit), quiere tapar el nombre del más fiero de todos, que es Abengoa.

Borrell, al ofender a los pueblos indígenas, quiere tapar el nombre del más fiero de todos, que es Abengoa

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain