La tiranía de los jugadores
Las entrevistas las hacen buenas los entrevistados. Guardo el mejor recuerdo de una que le hice a Vicente del Bosque hace un par de años. Me invitó a su casa y, sin conocerme, me hizo sentir cómodo desde el primer minuto, como si delante no tuviera a un ganador de todo (Mundiales, Copas de Europa...) sino a un hombre sencillo con ganas de comunicar ideas sin el más mínimo ánimo de imponerlas. Hay tipos que se hacen pasar por humildes, hay otros que simplemente lo son.
En aquella charla Del Bosque avisaba del fútbol que se nos viene encima. No lo criticaba como hacen los viejos gruñones, a lo bruto y recreándose de forma facilona en la nostalgia, sino tratando de advertir con tono suave acerca de una tendencia que le empezaba a inquietar: el poder creciente de los futbolistas respecto a los entrenadores y los clubs. “La tiranía de los jugadores me causa dolor”, me dijo. Fue el titular de aquella entrevista, que después fue desarrollando con ejemplos muy gráficos.
De vez en cuando se me aparece Del Bosque con su bigote (por cierto, se lo acaba de afeitar para una campaña comercial) cada vez que detecto tics de aquello que denunciaba preventivamente. Me sucedió el otro día cuando Jordi Alba, en la zona mixta del Metropolitano, usó a los medios de comunicación para pedir una mejora de sus condiciones laborales. “No tengo noticias. No sé qué pensará el club. Se me hace raro, porque no me queda mucho de contrato”, dijo desafiante el lateral, que firmó hasta el año 2020.
También se me apareció Del Bosque ante la actitud de Sergio Ramos con respecto a la turbia acusación de dopaje. Primero desobedeciendo a un inspector, duchándose sin su permiso, más tarde contestando esto ante la prensa: “Llevo mucho tiempo en la cresta de la ola y disfruto con mi tabla, y al que le joda, que se meta en agua”. Todo muy cortés.
Ayer Umtiti desoyó una vez más el consejo del FC Barcelona, club seguramente dotado de los mejores servicios médicos del mundo, al menos así lo atestiguan especialistas internacionales. Y se irá a Qatar un mes. Y claro, la reflexión de Del Bosque me atrapó. Una vez más.