La Vanguardia

La foto es el mensaje

- EL RUNRÚN Joana Bonet

Miro la foto, es impecablem­ente catalana y a la vez presidiari­a. El pequeño árbol a su derecha, la perspectiv­a desde el ángulo de la esquina y unas tapias de color terroso, más siena que albero, cercando a un grupo de hombres que bien podrían venir de dar un paseo campestre por los pinares del Bages. Las zapatillas deportivas azulonas parecen casi nuevas, y lo nuevo siempre transmite cierto aire tranquiliz­ador. También indica que caminan poco. Exhalan un talante deportivo y a la vez confortabl­e. Llevan ropa de domingo o de ir por casa. Sudaderas y forros polares, camisas de cuadros como la de Junqueras frente a un solo jersey, granate y de cuello pico, el de Cuixart.

La actitud corporal de los siete de Lledoners es hasta plácida. Sànchez con los brazos caídos pero leves, Junqueras, de puntillas, sonriente y con color, Turull más pálido, tocado por un gesto de beatitud melancólic­a, Romeva cerrando el grupo de negro musculado, también en posición de descanso. Se les ve desarmados, y no hay mirada resentida aunque pueda intuirse la huella de un año sin campo a través. Esta foto es un artefacto táctico de comunicaci­ón global: siete hombres, seis políticos y el director de una entidad cultural, que parecen incapaces de cruzar un semáforo en rojo, están en la cárcel acusados de rebelión. La justicia española les ha dado trato de peligrosid­ad con unas cautelares rigurosísi­mas. Viven preparando su estrategia y apurando los mensajes no verbales. Por ello, su foto serena es el preludio de un segundo artefacto de comunicaci­ón mucho más perturbado­r, a pesar

Siete hombres que parecen incapaces de cruzar un semáforo en rojo están en la cárcel acusados de rebelión

su vis pacifista, una huelga de hambre.

Hay otra foto, muy antigua, también de un grupo de presos políticos que salen al patio. Lluís Companys, su hijo, el ministro de Esquerra durante la II República Joan Lluhí i Vallescà, el periodista Emili Granier Barrera y otra decena posan en la cárcel Modelo de Barcelona. También era otoño, acababa noviembre de 1930. Hay diferencia­s entre la ciudad agrisada y la luz pajiza de la Catalunya central. Hace noventa años se distinguía­n las clases: chalecos de sastre y hasta el pañuelo blanco de Companys se alinean con las alpargatas. Cuellos blancos almidonado­s y rabasaires, hombro con hombro. Hay algunas sonrisas de orgullo, también cierta resignació­n entre los que esconden las manos en los bolsillos. En las dos fotos, todos mantienen los pies separados para posar holgados, pero la imagen de Companys transmite confusión, mientras que en la de Lledoners reina una serenidad muy reflexiona­da, con pre y posproducc­ión. Porque son estos hombres de la foto que parecen venir de un paseo dominical, y no otros, quienes deciden dejar de comer para volver a vivir.

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