La leyenda maleable
Robin Hood
Dirección: Otto Bathurst Intérpretes: Taron Egerton, Jamie Foxx, Ben Mendelsohn, Eve Hewson
Producción: EE.UU., 2018. Duración: 116 min. Aventuras Tratándose de un personaje no se sabe exactamente si real o ficticio (“posible figura histórica poetizada”, según Néstor Luján), Robin Hood admite la más extrema maleabilidad, siempre en un registro de héroe soleado. Otra vez Luján: “Los poetas, los juglares, algunos historiadores y los novelistas han personificado en él la alegría y el impulso noble y generoso, el ansia de libertad, el espíritu intrépido y abnegado”. Y los cineastas, claro está, desde aquel lejano e inolvidable Robin Hood protagonizado por Douglas Fairbanks, bajo las órdenes de Allan Dwan, en 1922, pronto hará cien años.
Ahora, tan sólo ocho años después de la versión de Ridley Scott interpretada por Russell Crowe, nos llega otro Robin Hood, cuya voluntad parece ser la de acercar la leyenda al público joven consumidor de blockbusters . Ya el episodio inicial de las cruzadas está tratado estéticamente como una película actual sobre la guerra de Irak (¡si Cecil B. De Mille levantara la cabeza!). Las peleas cuerpo a cuerpo tienen el ADN de las de Bond o Ethan Hunt. De puro delirio es el vestuario del villano: ahora un traje se diría que diseñado por el protagonista de El hilo invisible, ahora otro futurista que parece el de Barry Sullivan en Terror en el espacio. Otra idea chalada es la de convertir a Robin en una suerte de Pimpinela Escarlata, El Zorro o el Tulipán Negro, lo que prefieran: enmascarado, nadie conoce su identidad, ni siquiera su querida Marian (Eve Hewson, cuya presencia hace pensar en un anuncio de perfume caro). Y una curiosidad: Robin aprende a manejar el arco y la flecha de un musulmán que antes había sido su peor enemigo (y, antes todavía, Ray Charles) y ahora es su aliado contra el sheriff de Nottingham.
Tal vez más loco, involuntariamente, que la parodia realizada por Mel Brooks en 1993, este Robin Hood tiene el encanto, también involuntario, de una añeja película de cine de barrio y acaba ofreciendo más diversión que las versiones de Scott, John Irvin o Kevin Reynolds.