La Vanguardia

Ser cerdo en Buenos Aires

- Sergio Heredia

Al despertar, me sentí raro. Emitía un olor extraño y me habían crecido las orejas, que ahora me colgaban de la cabeza, como hojas muertas. Fui a bajarme de la cama y caí sobre la moqueta. Al tratar de incorporar­me, comprendí que la cosa iba en serio. Los brazos se habían convertido en mis patas delanteras. Ahora, las piernas eran las traseras. El mobiliario del apartament­o me superaba, de tan alto como me parecía. Asustado, me subí a una silla para estudiarme en el espejo. Me descubrí rosado, con un hocico redondo, igual que los ojillos.

Era un cerdo.

Un cerdo en Buenos Aires. Llamaron a la puerta y quise contestar. Me salió una voz gutural, acaso incomprens­ible para todos, salvo para mí. Intentaba decirles: –Marchaos, no estoy bien. Volvieron a llamar y luego entraron en el cuarto. Eran cuatro, mis cuatro colegas, que venían a recogerme. Teníamos que irnos al Monumental. A media tarde se jugaba el superclási­co, el River-Boca.

–¡Un cerdo! –vocearon, asombrados –¡Un cerdo en el cuarto de Marcelo! ¿Nos lo llevamos?

Se me llevaron.

De algún lugar sacaron un collar. Me lo colgaron del cuello y le ataron una cadena. Así atravesamo­s Belgrano, rumbo al estadio.

Reían alborotado­s, y algunos me daban abrazos y besos, divirtiénd­ose por el hallazgo.

–¡Un cerdo, tenemos un cerdo! Empecé a disfrutar de la aventura, al fin y al cabo yo era Marcelo, uno más. Entramos en el bar y me hicieron beber cerveza. Me agradaba el sabor, ¿cómo no me iba a gustar? ¿Cuántas Quilmes me habré bebido

Empecé a disfrutar de la aventura: me dieron cerveza, todos reían; “¡un cerdo bebiendo Quilmes!”, decían

a lo largo de mi vida? ¿Miles? El jolgorio era enorme, corría el alcohol y todos querían abrazarme. Al bajarme la tercera Quilmes, empecé a sentirme realmente bien. Luego se jodió todo. Alguien sacó una camiseta azul oscuro, con una banda dorada en el pecho. El uniforme de Boca.

Ese mismo tipo propuso:

–¿Se la ponemos al cerdo? Me pareció una mala idea. Quise protestar. Me salió un gruñido:

–¡Odio ese uniforme! ¡No me pongáis eso!

No me entendiero­n. Yo era un cerdo. Me colgaron los colores de Boca y sus rostros se transforma­ron. Empezaron a insultarme y a golpearme. Aterroriza­do, traté de huir. Me fue imposible: sujetaban fuerte la cadena. Me sacaron fuera y me patearon entre muchos. Luego alguien trajo un serrucho y me cortaron las patas y me abrieron el vientre y me segaron la cabeza. Me dejaron tirado a las puertas del Monumental. Nadie vino nunca a reclamar mi cadáver.

 ??  ?? POR LA ESCUADRA
POR LA ESCUADRA

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain