La Vanguardia

“Al escribir, he podido conversar con mis muertos”

- MANÉ ESPINOSA VÍCTOR-M. AMELA Ayanta Barilli,

Tengo 49 años. Nací en Roma, vivo en Madrid. Soy escritora y periodista. Estoy casada, tengo dos hijos, Mario (27) y Caterina (19). ¿Política? Mi abuela de izquierdas recogió mi padre, exiliado antifranqu­ista. ¿Dios? No creo en nada. Mi madre, mi abuela, mi bisabuela... se autodañaro­n

Ayanta: ¿de dónde viene ese nombre? Es el nombre de una cueva sagrada de la India que mis padres visitaron a fines de los sesenta: eran hippies... Su padre es el escritor Fernando Sánchez Dragó.

Desde chiquitill­a me dice: “Escribe, escribe, escribe”. Y me regaló una Underwood negra y dorada, siendo muy niña...

Máquina de escribir mítica...

Era de su padre, brillante periodista al que mataron las derechas al empezar la guerra: mi padre es su hijo póstumo. Y yo siempre decía, bromeando, desde pequeña: “Me voy, que tengo que ir a ganar el Planeta...”.

¿Bromeando o...?

A medias: era verdad que soñaba recoger el premio, dar el discurso...

Y ha sido finalista del Planeta, ahora.

¡Así aún puedo ganarlo! Creo en los sueños.

¿Se le cumplen?

Una vez soñé en una casa que me gustaría tener... ¡y llegó! Otra vez soñé en dirigir un teatro... ¡y dirigí el Teatro Lara! Es que vengo de familia materna italiana y teatrera.

¿Era su madre actriz? Escritora, sobre todo: Caterina, mi madre, escribía teatro, poesía, diarios... ¡Un talentazo! Murió a los 36 años de cáncer de mama: quedé huérfana con nueve años. Guardé en un altillo de todas mis mudanzas sus cuadernos de diarios, con notas desde los 10 años.

¿Y no los leyó?

El miedo era más poderoso que la curiosidad: no me atreví hasta hace muy poco.

¿Y?

Entendí a mi madre Caterina, y a mi abuela Ángela, y a mi bisabuela Elvira...

¿Tenían algo en común estas mujeres?

Ser arrollador­as y con alta capacidad para dañarse a sí mismas. Escribir la novela sobre esto me ha ayudado a entenderme mejor. Y me he quedado, al final, tranquila.

Comparta algo de esos diarios...

He leído las cartas que mis padres se cruzaban: ¡son maravillos­as, son obras de arte!

¿Cómo se conocieron sus padres?

Exiliado de España por comunista, mi padre se acogió en una casa-refugio de antifranqu­istas en Padua: la de mi abuela Ángela.

¿Cómo era su abuela Ángela?

Correosa, dura... Había perdido pronto a su madre, Elvira, mujer obligada a casarse. Mi abuela fabuló un mundo: le bastaban unas migas de pan, servilleta­s, cucharas... para montar historias. Y yo vivía dentro de ellas.

¿Por qué era dura?

Esto es bueno, esto es malo, decía. Mi madre chocó con ella porque quería libertad. No se entendían. Y llegó mi padre, y se fueron juntos por el mundo, por todo Asia, durante años... India, Tailandia, Indonesia, Japón...

¿Dónde la concibiero­n a usted?

En Filipinas, bebiendo una botella de licor asiático, en San Fernando. Cuándo yo tenía dos años, mis padres se separaron, por desidias e infidelida­des... Y los dos añorarían su honda complicida­d intelectua­l.

¿Cómo se llevó usted con su padre?

Estamos hechos del mismo material, siempre nos hemos entendido: es una de las personas con las que más me gusta estar. Hemos compartido viajes, charlas, libros... Le miro... ¡y ya sé todo lo que piensa!

¿A qué viajes le acompañó?

A los que hizo por España para escribir

Gárgoris y Habidis. Una historia mágica de España, en un desvencija­do 2-CV, con pintadas libérrimas. En los pueblos se indignaban: “¡Y lleva una niña escondida”, aullaban.

¿Qué le ha quedado de todo aquello?

Siento amor por la tradicione­s: veo una fiesta popular ¡y me entra el llanto, de emoción!

¿Y qué le enseñó su padre?

Disciplina, capacidad de trabajo, aprovechar toda adversidad en beneficio propio. Y su lema principal: “Nada importa nada”.

Su padre le ha dado un hermanito que tiene ahora seis años, Akela...

Juegan como animalitos... Mi padre le educa, con más paciencia y ternura que antes.

¿Tiene usted alguna queja?

No me ponía límites. “¡Ponme una hora de volver a casa!”, le reclamaba yo. “¿A qué horas quieres volver?”, me respondía él. Me dejaba sola ante mi responsabi­lidad.

¿Qué ha heredado de su madre?

Caricias. Ternura. Leer sus diarios ha sido doloroso, por su falta... pero al final me ha calentado el corazón. Al escribir he podido tener con mis muertos conversaci­ones que no pude tener.

Eso... es importante.

He descubiert­o que de niña mi madre leyó ciertos libros... ¡que son los que yo leería después a la misma edad que ella!

¿A ver?

Alicia en el país de las maravillas, David Copperfiel­d, Sandokán, Tom Sawyer, Las zapatillas rojas, Anna Karénina, ¡hasta 15 veces!

¿Qué le diría su parte de mujer italiana a su parte de mujer española?

Compórtate un poco, habla más bajito.

¿Y la española a la italiana?

Suéltate un poquito, te veo anticuada.

¿Qué le hubiese aconsejado a su madre, abuela y bisabuela de jóvenes?

Piensa en ti y te salvarás.

 ??  ??
 ?? VÍCTOR-M. AMELA
IMA SANCHÍS
LLUÍS AMIGUET ??
VÍCTOR-M. AMELA IMA SANCHÍS LLUÍS AMIGUET

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain