La capacidad de razonamiento puede entrenarse desde edades tempranas
Un estudio revela que trabajar la atención mejora el funcionamiento del cerebro
La inteligencia fluida –las habilidades que conforman el razonamiento– no es algo innato, genético o predefinido en cada persona como se pensaba, sino que puede mejorarse entrenando la atención y desde edades muy tempranas. Así lo demuestra un estudio realizado en el Centro de Investigación Mente, Cerebro y Comportamiento de la Universidad de Granada (UGR), según el cual los niños de cinco años que siguen un programa de entrenamiento de la atención a través de una plataforma digital mejoran el funcionamiento de su cerebro y su puntuación en inteligencia. Y los efectos beneficiosos son mayores cuando el entrenamiento es guiado por un educador que ayuda al niño a razonar y a desarrollar estrategias para ello.
“La inteligencia fluida no es tan genética o predeterminada como se creía, porque el cerebro es tan plástico que mejora con la experiencia, y en nuestro estudio demostramos que cuando tienes más control sobre tu atención, cuando puedes gestionar dónde la llevas, no sólo tu cerebro se activa antes sino que también mejora la capacidad para razonar”, explica a La Vanguardia María Rosario Rueda, investigadora del departamento de Psicología Experimental de la universidad granadina y autora principal de este estudio.
Y subraya que este trabajo no sólo evidencia que a razonar también se aprende sino que deja claro que esta capacidad puede entrenarse educando la atención desde la infancia temprana, dado que la investigación se ha realizado con niños de cinco años.
En concreto, los investigadores crearon una serie de actividades de ordenador que exigían el funcionamiento de las partes del cerebro responsables de la gestión de la atención para inhibir respuestas dominantes que no eran apropiadas o acomodarse a reglas cambiantes durante la tarea. Y tomaron medidas cerebrales –a través de electroencefalogramas y de tests– de un centenar de niños antes y después de las sesiones de entrenamiento.
Los resultados fueron que, frente al grupo de control (niños a los que no se les incrementaba la dificultad de las actividades a medida que las realizaban), los niños que realizaron entrenamiento (actividades cada vez más difíciles) registraban cambios a escala cerebral y mejoraban en las puntuaciones de habilidades que conforman
“La inteligencia fluida no es tan genética como se creía, y si controlas la atención, mejoran esas habilidades”
el razonamiento. Y el cambio observado a escala cerebral –en especial, la aceleración en la activación del sistema atencional– predecía la ganancia en inteligencia. Y dentro del colectivo de niños que recibían entrenamiento, la mejora era superior en el grupo en el que el educador ayudaba al menor a reflexionar sobre su proceso de aprendizaje y razonamiento, le explicaba lo que había ocurrido cuando se había equivocado y le ayudaba a crear estrategias para siguientes ensayos. “A través de la educación de la atención se puede mejorar la inteligencia de los pequeños y prepararles mejor para el aprendizaje formal en la escuela”, comenta Rueda.