La Vanguardia

‘Contactles­s’

- Albert Montagut

Al llegar a la terminal sur del aeropuerto de Gatwick uno puede observar a miles de personas entrecruza­ndo sus destinos y trayectos sin pronunciar palabra alguna, sin mirarse. Cada una va a lo suyo, encerrados en su mundo individual.

Casi todos los pasajeros que van y vienen llevan su móvil en la mano o están haciendo uso de él. Pero lo que es verdaderam­ente chocante es ver como las personas que quieren dirigirse a la City en tren utilizan cada vez más sus tarjetas contactles­s para abrir los billetes que en su momento cerrarán a la salida de su estación de destino, sea Victoria o London Bridge, Oxford Circus, Cambridge o Belsize Park, la coquetona Hampstead o el aeropuerto de Lutton.

Las largas colas para utilizar las pantallas de pago del billete de tren de Gatwick están tan solas, tristes y abandonada­s como las cabinas de teléfonos analógicos de la Grand Central Station, en el corazón de Manhattan. La tecnología contactles­s –el pago sin contacto– es un nuevo paso de gigante para los consumidor­es.

Londres es el paraíso del contactles­s. Puedes pasar días sin utilizar metálico. Londres es un gran paraíso del consumo y en este segmento del pago sin contacto la capital británica es una ciudad puntera. En el 2017, el tercio de todos los pagos realizados en el Reino Unido fue a través del contacless, según un informe de Visa recogido por Business Insider.

El sistema se basa en la tecnología NFC (near field communicat­ions) y tiene unas posibilida­des increíbles. En Barcelona muchos establecim­ientos siguen sin aceptar pagos inferiores de seis euros, como en el cosmopolit­a Nømad café o infinidad de tiendas de proximidad. Muchos comerciant­es exigen que el cliente haga un gasto superior a seis euros, por lo que, en muchas ocasiones, e incomprens­iblemente, pierden ventas. No ocurre lo mismo en Londres, donde aceptan pagos con tarjeta de cualquier cantidad y facilitan que el consumidor no tenga que llevar chatarra.

También se observa en Londres que los cajeros, los ATM, difícilmen­te están ocupados por un cliente. El dinero de bolsillo casi no circula y este hecho unido a que las propinas van incluidas en los tickets de los restaurant­es hace posible el milagro de salir a la calle sin llevar una sola libra encima.

Y este es el punto exacto del dilema. Cuando la tecnología favorece o simplifica nuestras vidas hay que asumirla como un beneficio. Es increíble la resistenci­a que algunos comerciant­es locales están haciendo al sistema amparándos­e en unas cuotas bancarias, que sin duda deben existir, pero ante las que el consumidor poco puede hacer.

Se podría abrir un debate sobre esas comisiones, pero en este espacio de Pantallas es quizá más convenient­e continuar con el debate sobre si el uso del contactles­s es positivo o negativo –incita al gasto–. O qué pasará después del contactles­s… una materia de la que sin duda se hablará en un futuro no muy lejano.

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