París toma medidas sin precedentes, como en la víspera de una guerra
París se ha preparado para la jornada de hoy sábado como si esperara la invasión de los bárbaros, como si la ciudad fuera a verse engullida por una guerra. Habrá unos 8.000 policías desplegados. En las zonas más céntricas y visitadas de la capital cerrarán las tiendas, los restaurantes, los museos, monumentos como la torre Eiffel, grandes almacenes como las Galerías Lafayette o Printemps y muchas estaciones de metro. El propio Gobierno ha fomentado una alarma total.
La anunciada protesta de los chalecos amarillos –la cuarta manifestación en la capital desde el 17 de noviembre– despierta todos los temores, habida cuenta de los precedentes. La seguridad será prioritaria no sólo en París sino en todo el territorio. Se han movilizado 89.000 agentes a nivel nacional. Estarán en alerta las unidades especiales de élite, los GIGN, para el caso de hechos muy graves o de que las instituciones del Estado estuvieran amenazadas. En las redes sociales se han detectado intenciones muy inquietantes de grupos radicales que aprovechan el movimiento de los chalecos amarillos para sembrar el caos, destruir propiedades y realizar pillaje. Es posible que acuda a París gente armada y dispuesta a todo.La policía confiscó en Montauban 28 cócteles molotov y tres bombas caseras a unos chalecos amarillos radicales.
“Estas últimas semanas se ha hecho nacer un monstruo que ha escapado a sus progenitores”, dijo el ministro del Interior, Christophe Castaner. El prefecto de policía de París, Michel Delpuech, aseguró anoche que se ha dado la consigna a las fuerzas del orden de que no se contengan a la hora de efectuar detenciones. Lo prioritario es mantener la seguridad y no permitir que la situación degenere. “Detener, detener, detener”, repitió Delpuech, como si se tratara del lema del día.
Delpuech confirmó que se seguirán usando las polémicas granadas GLI-F4, que contienen 25 gramos de TNT y pueden, en algunos casos, causar graves lesiones. Son granadas mixtas, muy potentes, con gases lacrimógenos y de efecto ensordecedor. El prefecto justificó su uso, aunque el resto de países europeos no las utilizan, por la necesidad de autodefensa de la policía. Los abogados de varios heridos por estas granadas pidieron que fueran retiradas. En la manifestación de París del sábado pasado fueron lanzados más de 300 artefactos de este tipo.
Mientras que el presidente Emmanuel Macron guarda silencio –está previsto que se dirija al país la próxima semana–, anoche el primer ministro, Édouard Philippe, se reunió con una delegación de los autodenominados “chalecos amarillos libres”, los moderados, que rechazan la violencia y recomendaron no desplazarse a París. Entre ellos estaba Jacline Mouraud, una de las iniciadoras del movimiento, y Benjamin Cauchy, de Toulouse, una de las voces más frecuentes en los medios. Estos activistas pretenden iniciar un diálogo estructurado con el Gobierno. Esta distensión, sin embargo, llegó demasiado tarde para desactivar el peligro de hoy en París, pues los más radicales no atienden a razones e incluso amenazan de muerte a los moderados.
El primer ministro recibe a un grupo de ‘chalecos amarillos’ moderados para iniciar el diálogo