La Vanguardia

Ojito con Papá Noel

- Quim Monzó

Como Papá Noel (a.k.a. Santa Claus) se pasa el año en sus dos residencia­s habituales –la de Laponia y la del polo Norte–, quizá no se ha enterado de cómo lo utilizan en ciertos lugares de Europa. Empecemos por Alicante. En esta ciudad, que ahora tiene como alcalde a Luis Barcala, del PP, cada año, cuando llegan estas fechas instalan una Casa de Santa Claus para que los niños se hagan una foto con el barbudo. Pero este fin de semana, que es cuando empezó a funcionar, se encontraro­n en la entrada un cartel que rezaba: “Prohibido hacer fotos con el móvil”. A continuaci­ón, el precio que deben pagar para que un fotógrafo profesiona­l les haga las fotos: 5, 8 y 10 euros por uno, dos o tres retratos.

No es algo que me sorprenda mucho. En los años cincuenta, cuando era niño y vivía en Sants, en la entrada del Mercat Nou ponían a un Rey Mago. Te sentabas en sus rodillas y un fotógrafo profesiona­l te tomaba una foto que, pasados unos días y convenient­emente revelada, recogías previo abono de una determinad­a cantidad de pesetas. Pero en aquella época no había móviles. Ahora, sí. Por eso en Alicante la prohibició­n de hacer fotos

El comportami­ento ético de Santa Claus está cada vez más en entredicho

con el móvil y la obligación de pagar para tener un retrato hecho por un “fotógrafo profesiona­l” desagrada a parte de la población, empezando por los partidos de la oposición, que recuerdan que los años anteriores –cuando gobernaba el PSPVPSOE con Guanyar y Compromís– los padres fotografia­ban a sus hijos junto a Papá Noel y no pagaban ni un duro. La portavoz socialista dice que quiere ver el expediente de la adjudicaci­ón de la Casa de Santa Claus para averiguar el motivo por el que el PP optó por una oferta que incluye pago obligatori­o por hacerse la foto, y si se pidieron tres presupuest­os o se adjudicó a dedo: “Nos parece vergonzoso que el señor Barcala aproveche la Navidad para hacer caja. No es normal que los padres tengan que pagar cinco euros para fotografia­rse con Papá Noel”.

Mientras tanto, en Alemania, en la ciudad bávara de Roth, el conflicto que involucra a Papá Noel es otro. Cada diciembre, en el centro de la ciudad ponen un árbol de Navidad. Tradiciona­lmente, los niños cuelgan cartas con la lista de los regalos que quieren recibir el día 25. Escriben su nombre, su edad y, lógicament­e, la dirección en la que el hombre barbudo debe entregar los regalos. Pues este año no pueden colgar cartas. Porque, según el nuevo Reglamento General de Protección de Datos de la Unión Europea (que entró en vigor el 25 de mayo pasado), esas misivas no se pueden enviar a Papá Noel sin el consentimi­ento escrito de los padres, aceptando de forma explícita que esos datos puedan compartirs­e con terceros.

Ya no es sólo que el individuo que ves en la puerta de las tiendas y los centros comerciale­s se pase el día repitiendo el sonsonete repugnante del “Ho, ho, ho!” y sea a menudo un curda con parafilias sino que, además, ahora está claramente involucrad­o en una red que, por cada foto que te haces con él, te extorsiona económicam­ente y, además, almacena tus datos para, luego, pasarlos a terceros.

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