Barcelona, capital europea de movilidad
BARCELONA liderará los próximos siete años, prorrogables a otros siete, el desarrollo de un modelo de movilidad urbana, un proyecto europeo en el que participan trece ciudades europeas, entre ellas Amsterdam, Copenhague, Hamburgo, Helsinki o Estocolmo, diecisiete empresas como Seat, BMW, Siemens, Amadeus o Volkswagen y dieciocho universidades, entre las que se encuentran la UPC, University College London o la Escuela Politécnica Federal de Lausana. La designación, decidida el pasado miércoles por el Institute of Innovation and Technology (EIT), tiene como objetivo actuar como un gran laboratorio europeo de soluciones sostenibles y eficientes para los retos que plantea hoy la movilidad urbana. El presupuesto del proyecto ronda los 1.600 millones de euros.
Se trata, sin duda, de una gran noticia para la capital catalana. Desde que Barcelona perdió la Agencia Europea del Medicamento, hace tres años, el comisionado para la Promoción Económica del Ayuntamiento se puso a trabajar, junto con representantes de otras instituciones, para constituir el consorcio MOBILus (Mobilitat per a Espais Urbans Habitables), en el que participan ciudades europeas, centros de investigación y universidades de primer nivel y empresas punteras en automoción, movilidad y tecnología aplicada al sector. Un trabajo realizado de forma discreta que culminó el miércoles con la decisión en su favor adoptada por el EIT en Budapest, y cuya sede se establecerá, en principio, en las instalaciones de Ca l’Alier, en el Poblenou.
Barcelona tiene una gran tradición en el desarrollo técnico y la innovación de la movilidad urbana. Por ejemplo, fue la primera capital en dotarse de la llamada onda verde, hace más de medio siglo, por la que los semáforos se ponían en verde a medida que avanzaba la circulación, lo que en su día constituyó una novedad muy celebrada. Una tradición que el EIT ha tenido en cuenta, porque los avances en este sector han seguido implementándose como, entre otras iniciativas, las supermanzanas; la normativa que obliga a las bicicletas a bajar de las aceras; la regulación de los vehículos de movilidad personal; el despliegue de la red octogonal de autobuses o el desarrollo del sistema de coches y motos compartidas. Es decir, que Barcelona dispone de un background del que se pueden beneficiar todas las ciudades europeas. Pero no es sólo eso. La capital catalana obtiene con esta concesión un reconocimiento internacional que le puede beneficiar en sus expectativas de apostar por ser sede de un sistema empresarial de innovación e investigación.