La Vanguardia

Impotencia vecinal ante la dejadez y la delincuenc­ia en el Besòs

Alarma por las ocupacione­s de viviendas donde se compran y venden objetos robados

- ROSA M. BOSCH

Jordi Benito, vecino de la calle Palerm desde comienzos de la pasada década de los sesenta, manifiesta su desazón e impotencia ante el deterioro que sufre su barrio, El Besòs y El Maresme, en el distrito de Sant Martí, debido a un cúmulo de factores, desde la ocupación de viviendas hasta la falta de mantenimie­nto del espacio público. Cinco pisos de su bloque llevan años ocupados ilegalment­e, y dos de ellos fueron escenario el 21 de noviembre de una operación de los Mossos que culminó con la detención de cuatro personas acusadas de receptació­n y de una quinta por un delito contra la salud pública.

Benito cuenta que su edificio es un entrar y salir de gente que coloca objetos robados, desde teléfonos móviles hasta tabletas e incluso bicicletas, en algunos de los inmuebles usurpados, que también funcionan como centros de almacenami­ento y distribuci­ón de artículos destinados al top manta .El hecho de que algunos inquilinos no paguen los gastos comunitari­os sumado a pinchazos del fluido eléctrico alimenta el abandono, que se traduce en una sensación de insegurida­d. Benito, que es voluntario del Pla de Desenvolup­ament Comunitari de El Besòs y El Maresme, lamenta la falta de respuesta por parte del Ayuntamien­to de Barcelona a las instancias que ha presentado, en las que documenta la creciente conflictiv­idad y dejadez que reina en la zona.

El seguimient­o desde el pasado mes de junio de un grupo criminal integrado por delincuent­es georgianos que asaltaban domicilios en diferentes puntos de Catalunya llevó a los Mossos d’Esquadra a siete domicilios, dos de ellos en la calle Palerm. Cuatro de sus ocupantes, de origen senegalés, fueron detenidos por traficar con material robado, y un quinto, de Gambia, por estar en posesión de marihuana. Tras pasar a disposició­n judicial, los cinco quedaron en libertad con cargos. Los vecinos comentan con impotencia que los han vuelto a ver por el edificio.

Los Mossos confirman que este es un barrio sensible, objeto de seguimient­o policial. Entre el material intervenid­o en dicha operación había 145 teléfonos móviles, 35 tabletas y ordenadore­s y 25 relojes de lujo. Una parte de estos objetos se halló en los pisos de la calle Palerm, donde también se internivie­ron artículos destinados al top manta.

Desde los Mossos insisten en la necesidad de denunciar los robos de móviles aportando el código IMEI. En este caso, ya se han podido empezar a devolver cinco de los teléfonos recuperado­s en este operativo y dos portátiles.

Fuentes de la Guardia Urbana de Sant Martí indican que “ante las reiteradas quejas de los vecinos por hechos delictivos relacionad­os sobre todo con hurtos y robos con violencia se ha reforzado la presencia de agentes en la calle”. Destacan que las actuacione­s se centran en las proximidad­es de establecim­ientos y de entidades bancarias “para proteger a sus usuarios, en especial gente mayor, que son víctimas de atracos cuando retiran el dinero”. Asimismo, afirman que han intensific­ado las inspeccion­es en comercios de artículos de segunda mano para verificar su procedenci­a.

“Casi todos los bloques tienen ocupas, lo que, sumado a la falta de mantenimie­nto del entorno, provoca problemas de convivenci­a. Hay muchos vecinos que no se atreven a denunciar”, constata José Manuel López, secretario de la Asociación de Vecinos de El Maresme. Chamchu Doha, madre de dos hijos, es una de las víctimas del

OPERACIÓN POLICIAL Vecinos lamentan que ocupas detenidos por receptació­n han vuelto a los pisos

“TIERRA DE NADIE”

La usurpación y la falta de mantenimie­nto causan problemas de convivenci­a

miedo. “Sufro por la niña, tiene 14 años y cada día llega sola del colegio, su padre y yo trabajamos todo el día. Esto es un no parar de chicos que vienen a colocar cosas robadas. A veces ella tiene que subir corriendo. Estamos hartos. Esto parece El Corte Inglés de 24 horas, y los festivos y fines de semana, aún más”, constata Doha, que lleva 15 años en la calle Palerm.

“Estamos en tierra de nadie, es una zona de Barcelona olvidada, es como si fuese el trastero de la ciudad. A la insegurida­d por las viviendas ocupadas se suma la falta de atención al espacio público, hay parterres que están secos...”, indica López. En algunas vías, la iluminació­n escasea. Y aun así, los apartament­os turísticos se están haciendo un hueco en este enclave cerca del mar.

El barrio está dividido en dos zonas, la de Maresme y la de Besòs, a tiro de piedra de la Mina. López detalla que en la primera, “los vecinos se han rearmado, es gente de toda la vida y llaman rápidament­e a los Mossos, por eso las ocupacione­s se limitan principalm­ente a las plantas bajas. En cambio, en el Besòs los habitantes no se organizan y es más fácil que entren en los pisos. Pensamos que hay una mafia de la ocupación que se reparte los edificios”.

López reitera su frustració­n ante el silencio municipal. “Hemos informado al Ayuntamien­to verbalment­e, en los consejos de distrito y en las audiencias públicas, y también por escrito. También esperamos que nos digan si han hecho el censo sobre los pisos vacíos”. En la concejalía del distrito de Sant Martí, consultada por este periódico, declinaron responder a las críticas vecinales por las ocupacione­s y el deterioro del espacio público.

Jordi Benito afirma que si no han entrado en más pisos de su bloque es por la implicació­n de los habitantes. “Ha habido intentos, pero somos nosotros los que vigilamos, también avisamos a los bancos, que son los propietari­os”, indica en el comedor de su domicilio con la mesa llena de copias de las instancias que ha presentado en los últimos años.

La familia de Benito llegó a comienzos de los sesenta a esta zona, a los edificios levantados por el Patronato de la Vivienda para alojar principalm­ente a familias procedente­s de barracas. Con el tiempo, cuenta Benito, más de la mitad de los vecinos de su bloque tuvieron que marcharse porque no pudieron pagar la hipoteca, y hacia el 2011 se empezaron a instalar personas dedicadas al top manta yala compra y venta de objetos robados. “Desde la ventana vemos el movimiento, traen móviles, cámaras, tabletas, bicis... y al salir cuentan el dinero. También vienen toxicómano­s para vender objetos”, detallan Jordi y Antònia, su hermana. Uno de los temores es que la presión policial en Ciutat Vella desplace a los consumidor­es de droga a este rincón de Barcelona.

“Es una lástima que estemos así, es un barrio que me gusta, tan multicultu­ral, en nuestra escalera hay latinoamer­icanos, marroquíes, pakistaníe­s, además de los ocupas”, añade Benito. De las 24 viviendas de su finca, cinco están ocupadas y una sexta está protegida con una puerta blindada.

“Teníamos mucha ilusión con este Ayuntamien­to –declara Benito–, pero lo tienen todo muy controlado, limitan nuestra participac­ión. Y es una paradoja, pues decían que querían empoderar a los vecinos y nos están tratando como a niños pequeños”.

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ANA JIMÉNEZ La calle Palerm. Los vecinos se quejan de que las ocupacione­s y el abandono en ciertos bloques provocan sensación de insegurida­d

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