‘Rhumans’ se interroga en el Teatre Lliure por los payasos del siglo XXI
Jordi Aspa dirige la última entrega de la trilogía clownesca iniciada con ‘Rhum’
Primero fue Rhum. El éxito fue tal que luego llegó Rhümia. Y como el público siguió entregado, hasta fin de mes llega al Lliure de Gràcia Rhumans, el cierre de una divertida y emocionante trilogía dedicada al universo de los payasos. Una trilogía cuyas dos primeras entregas dirigió Martí Torras Mayneris y que ahora cambia de rumbo de la mano de Jordi Aspa, de Escarlata Circus, que indaga con un puñado de historias surreales en cómo ha de ser el payaso en el siglo XXI y en la materia de la que está hecha la risa.
Paradójicamente, el inicio de esta imparable trilogía nació de una desaparición, la del gran payaso augusto Joan Montanyès, Monti. Cuando murió preparaba junto a Martí Torras un espectáculo sobre otro clown legendario, el triestino Enrico Sprocani, llamado Rhum. Y Torras acabó creando toda una oda al mundo de los payasos que rendía homenaje a Rhum y a Monti. Una oda sobre una compañía de payasos casi olvidada a la que de repente le sale un bolo y que conquistó al público y la crítica. Algo que intentará ahora de nuevo Jordi Aspa dirigiendo a Joan Arqué, Roger Julià y Pep Pascual –que están desde la primedel ra obra–, Mauro Paganini –que se incorporó en Rhümia– y Piero Steiner, que pese a su larga trayectoria es el nuevo del equipo.
Aspa cuenta que en Rhumans el público verá “un tipo de montaje diferente, una evolución de los payasos de Rhum, que se han hecho mayores con el tiempo y con la experiencia de las dos primeras obras y tenían ganas de ir más allá, siendo ellos mismos, pero creciendo un poco”. Un espectáculo para el que Aspa ha comenzado por preguntar. A la gente de la calle y a sus protagonistas. “Quería cuestionar la figura payaso en el siglo XXI, cómo son los payasos de nuestro siglo y en nuestra sociedad. Hemos entrevistado a gente, y esas respuestas han sido el punto de partida para las improvisaciones de las que ha surgido el espectáculo. Reflexiones sobre qué hacemos, si somos necesarios o no. Los vídeos de esas entrevistas se proyectan en la escenografía y confrontan al público con un espejo sin sacar nadie a la pista”, explica. Y recuerda que, “partiendo de eso, los payasos tienen un universo muy loco y te pueden salir por peteneras en cualquier momento”.
Reflexiona que “hoy reímos de lo mismo que siempre, o casi, de los defectos, los accidentes, lo que les sucede a los otros. Lo diferente es el tratamiento que le damos”. “Rhümia era una obra de cara afuera, muy cabaretera, y aquí hemos ido a buscar la risa, pero también tocar con la poética, el cuestionamiento de por qué reímos. Nuestros payasos no sólo hacen reír, a veces sonreír y basta. Y pensar”, razona.
De hecho, los payasos de Rhumans no llevan nariz roja. “Payaso es un estado, una manera de vivirlo todo, de interpretar la vida. El payaso es un ser libre que le da la vuelta a las leyes universales del sentido común y que de situaciones que son para otros graves, tristes o vergonzosas hace poesía. Además de hacernos
“El payaso le da la vuelta a las leyes del sentido común y de situaciones para otros graves hace poesía”, dice el director
reír, el payaso tiene un lado de poeta, el más difícil”, dice Aspa. Y concluye con una reivindicación: “Reír es bueno para la salud, y a los payasos les tendrían que dar un sitio en esta sociedad. En vez de decir ‘no hagas el payaso’, deberían decir: ‘Va, haced el payaso, venga’”.