La tranquilidad del derbi

Siempre que llega un derbi, lo primero que hago es mirar al banquillo. Para saber por dónde irán los tiros. Ya compro que sean partidos emocionantes y literalmente calientes. Me gusta sí, porque es un derbi, pero siempre que vaya acompañado de fútbol. Y, que queréis que os diga, esta vez cuando miro hacia el banquillo estoy tranquilo. Porque conociéndolo un poco puedo intuir que su apuesta me gustará. Y lo sé porque no hace mucho, en una charla donde también estaba el técnico a quien se enfrentará hoy, dejó claras que sus convicciones futbolísticas le deben mucho a un tal Johan Cruyff. Y eso es una garantía.

Sin olvidar lo que más me gusta de él. Que es una persona con las ideas claras. Una persona sencilla y pausada pero firme a la vez que ha sabido ganarse a todo el mundo (vestuario, aficionados y diría que a buena parte de la prensa) en muy poco tiempo. Por los resultados, por el juego (el famoso qué y cómo) pero también por su manera de hacer: discreto, poco amante de despropósitos y declaraciones altisonantes pero efectivo. Muy efectivo. Tanto que sólo hay que mirar su currículum (sí, en equipos más pequeños) para descubrir que se puede tener confianza en sus métodos y su manera de hacer.

Y por si todo eso no fuera bastante, todavía tiene otra virtud. Y es que siendo un derbi, es de aquellos técnicos que no crispa a la afición rival. No sólo por su elegante discurso en la sala de prensa, también (y no es un detalle menor) porque la casa del rival en el derbi, también fue su casa y nunca ha renegado. Al contrario, diría que siempre que puede habla con orgullo. Por todo eso, tengo ganas ya de derbi en Cornellà. Donde hoy esta persona se sentará en su sitio, en el banquillo. Evidentemente en el suyo, el local. Porque hablo de él. De Rubi. El técnico del Espanyol hoy y, quién sabe si algún día, un futuro técnico del Barça. Veremos.