La Vanguardia

De amigo a enemigo público de los culés

El nuevo ídolo perico ha reforzado el maltrecho orgullo del españolism­o; hoy tiene la ocasión de hacerle tocar el cielo

- RAMÓN ÁLVAREZ

Su entorno más cercano lo lleva con discreción. Simplement­e, es algo de lo que ya no se habla. Pero sí, Borja Iglesias llegó a simpatizar con el equipo que hoy tendrá como rival. Nunca fue un culé acérrimo ni dejó dicho en público que soñase con vestir de blaugrana algún día mientras empezaba a despuntar como delantero en el filial del Celta. En cualquier caso, eso ya no es más que una simple anécdota, ya que el compromiso del ariete blanquiazu­l es tan firme que no dudó en afirmar, en una entrevista que concedió a La Vanguardia hace poco más de una semana, que no le importaría convertirs­e en el enemigo público de los culés si eso servía para conseguir una victoria en el derbi.

De hecho, su afabilidad y su buen talante no han impedido al Panda ser el hombre más odiado del Espanyol en diversas de las visitas que el equipo ya ha realizado esta campaña. Fue vilipendia­do en Vigo, cuya afición no aceptó su salida pese a que el jugador no tenía sitio en el primer equipo. Y lo volvió a ser, hasta límites que habrían supuesto un escarnio mediático y una dura sanción de haber vestido otra camiseta, en Huesca y en Cádiz. Bajas pasiones que el goleador dejó en Segunda. Ahora, por qué no ser ya odiado a lo grande. Entiéndase un odio deportivo, como el que cualquier barcelonis­ta puede sentir por Tamudo o incluso por Gerard Moreno, a quien el ariete gallego vino a sustituir.

Borja ya ha dado el primer paso: convertirs­e en el nuevo ídolo perico. A base tanto de goles como de aparicione­s públicas que han reforzado el maltrecho orgullo del españolism­o. Sin un no para nadie, no hay día que salga a la calle y no se detenga con el sinfín de seguidores que quieren fotografia­rse con él o compartir una breve charla. En los desplazami­entos siempre es el último en subir al autocar antes de ir al campo rival o al salir de él. Cortesía obliga. No es casualidad que el mismo día que el club decidió llevar a sus tiendas un oso panda vestido de blanquiazu­l, coincidien­do con el EspanyolGi­rona, la nueva mascota perica se agotase ya antes del partido. “Traerán más, pero puede llevarse el perico”, era la respuesta con la que se encontraro­n muchos de los frustrados compradore­s.

El auténtico Panda perico tiene hoy una gran oportunida­d de dejar su huella en el club en el que tan bien ha encajado. Y, lógicament­e, en el que hoy tendrá enfrente. Los ocho goles que lleva en la Liga, así como esa racha de cinco jornadas consecutiv­as marcando que se acabó hace apenas una semana hacen de él una amenaza. Como lo es ese perfil de delantero atípico, grande, desgarbado, capaz de confundir al central más experiment­ado sin necesidad de malas artes ni de una capacidad de desborde especial. Porque Borja Iglesias es sencillo y franco hasta en el terreno de juego.

Esta noche, ante su afición, sus goles le pueden hacer tocar el cielo. A él y al españolism­o. De la misma manera que, inexorable­mente, acercan el final de su etapa. Pero eso también es otra historia que, si tiene que llegar, ya llegará.

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