La Vanguardia

El River gana la Libertador­es al Boca (3-1) en el Bernabeu

River remonta en la final más larga y gana en la prórroga un partido para la historia

- CARLOS NOVO

La final que nunca debió jugarse en Madrid quedará para siempre en el alma de River –de los dos clubs, sin duda el más afín al propietari­o del terreno de juego–. River necesitó remontar en un partido que fue un buen corolario de todos los excesos vividos estos días: pasional y volcánico, donde el fútbol de calidad apenas se vio y reinaron los nervios, la emoción sin freno. River ganó su cuarta Libertador­es, pero Boca murió de pie en un ejercicio heroico y conmovedor, resistiénd­ose a la derrota con nueve jugadores y un equipo físicament­e fundido, pero cercando el área rival. A punto estuvo de empatar en un remate de Jara que se fue al palo.

La final la cambió el colombiano Quintero, que salió en el segundo tiempo y modificó el sino de un partido que iba claro para Boca. Intervino en los tres goles y marcó el segundo, un golazo. Fue el hombre del encuentro de largo, quien puso la pausa y el toque donde reinaban la imprecisió­n y el pelotazo con poco sentido.

Si en la ida en la bombonera los dos equipos buscaron desde el principio el intercambi­o de golpes, en el Bernabeu se vio lo que se espera de una final: poca claridad y fútbol trabado. Boca salió con mejor pinta que River, agarrotado en todas sus líneas, falto de ese juego coral del que presume Marcelo Gallardo. Boca estaba mejor plantado, más metido, con sus centrocamp­istas más dinámicos y con una quinta marcha de la que carecía el rival.

En la primer parte, todas las ocasiones fueron de Boca, y el peligro rondó sólo en el área de River, con su defensa hecha un flan, en especial sus dos centrales. Dos ocasiones bastante claras tuvo Boca antes de su gol, las dos de Pablo Pérez: la primera a los once minutos, una volea que Armani detuvo en dos tiempos, y la segunda, una falta sobre la media hora. Le pegó duro Benedetto contra la barrera, y el rechace le cayó otra vez a Pablo Pérez, que remató sin oposición y el balón se le marchó escorado cuando el fondo sur cantaba el gol.

Cuando ya todo presagiaba irse al descanso sin goles, en el minuto 44 vino el gol que Boca estaba mereciendo. La jugada nació en una errónea toma de decisiones de River en uno de sus contados ata-

ques. Boca salió como un rayo a la contra y pilló descolocad­a a la defensa de la banda sangre. Nández pasó en profundida­d, el central Pínola no llegó al corte y Darío Benedetto definió muy bien, ajustado al palo de Armani.

La segunda parte fue muy distinta. River salió a morder con un juego muy sostenido en una presión alta. Boca fue perdiendo poco a poco el hilo al partido porque flojeó en lo físico. El Mellizo cambió a Benedetto para dar salida a Wanchope Ábila y lo pagó muy caro. Perdió a su referente arriba y el equipo se vio cada vez más metido en su campo. La resistenci­a xeneize se vino abajo con el 1-1 de Pratto tras una jugada muy trenzada con asistencia de Palacios al delantero centro. Fue lo mejor de Palacios en un partido muy discreto, bastante lejos de lo que se espera de quien se supone es el más prometedor del equipo.

El 1-1 dejó el partido ya muy encarrilad­o para River. Ahora sí, y más cuando salió Juan Fernando Quintero, el toque de River se hizo más y más preciso. La posesión del balón ya era casi del 70% de los millonario­s, y Boca no acertaba ni a cruzar el medio campo.

Parecía increíble que Boca resistiese y llegase a la prórroga, pero lo logró. No es un equipo de una gran puntería River. Y Boca aguantó tirando de disciplina defensiva, orgullo y algo de dureza.

Comenzada la prórroga, Wilmar Barrios se ganó la segunda amarilla por una entrada a destiempo y dejó a su equipo en inferiorid­ad. Fue el canto del cisne. Al comienzo de la segunda parte de la prórroga llegó el 2-1 en un tirazo de Quintero y empezó el drama de verdad para Boca. Sin fuerzas pero con orgullo se fue para arriba. Andrada pasó a jugar como un delantero más a falta de seis minutos, y el gol de River se intuía en cada balón que robaba. Gago se retiró llorando lesionado y Boca quedó con nueve. Con todo, encerró a River en su área y tuvo un remate al poste de Jara. La contra mortal que culminó el Pity Martínez certificó la victoria millonaria en un partido que ninguno de los dos olvidará mientras viva.

DE INFARTO

Boca, con sólo nueve jugadores, terminó encerrando a River en su área y pudo empatar

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JAVIER SORIANO / AFP VictoriaLo­s jugadores del River Plate celebran el tercer gol, logrado en el añadido de la prórroga por Pity Martínez, apiñados y eufóricos, sabedores de que la Libertador­es era suya

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