La Vanguardia

Una lesión con aviso previo

En 1981, Schuster prefirió operarse en Alemania sin confiar en los médicos del Barça

- LEYENDAS Xavier G. Luque Barcelona

“Un día tendrá un grave problema y lo cazarán bien”. Manuel Fernández Mora era el entrenador del Racing de Santander en octubre de 1981, cuando su equipo salió vapuleado del Camp Nou (5-1). Su aviso se hizo realidad apenas dos meses más tarde, el 13 de diciembre en San Mamés. En el mismo campo donde ya había caído lesionado de gravedad Kubala (1954) y ante el mismo adversario que años más tarde (1983) protagoniz­aría la grave lesión de Maradona, Andoni Goikoetxea.

Schuster, que contaba entonces 21 años y había fichado doce meses antes por el Barcelona procedente del Colonia, sufrió una lesión de extrema gravedad: rotura del ligamento interior, del externo y de los cruzados. Y como en otros casos (Umtiti el más reciente) no quiso seguir las recomendac­iones del cuerpo médico del club, decidió operarse en Alemania, con el doctor Schneider, y no poner su rodilla en manos del doctor González Adrio. El presidente Núñez se cubrió las espaldas y obligó a Schuster a firmar un documento que exoneraba al club de toda responsabi­lidad si la operación no tenía éxito.

En la jugada de la lesión, Schuster esquivó a Goikoetxea escorande do el balón y su cuerpo hacia la izquierda, pero el futbolista vasco, lanzado con toda la potencia de sus más de 80 kilos, se llevó por delante la otra rodilla, la derecha. Fue una acción muy polémica y Goiko llegó a explicar que Schuster ya venía lesionado de Alemania: “Yo no hice absolutame­nte nada”, dijo.

Deportivam­ente la pérdida del centrocamp­ista alemán fue un mazazo. El Barça de Udo Lattek llegó a San Mamés (jornada 15) como líder y con unas cifras fabulosas: 42 goles marcados (8 de Schuster) y 12 encajados, una diferencia de +30 que nadie mejoró hasta la aparición de Guardiola al banquillo (2008). Sin Schuster llegó una crisis de resultados y se impuso la necesidad de hallar un relevo, mientras el jugador se restablecí­a. “Lo único positivo es que pasaré las Navidades en casa”, bromeó el futbolista cuando aún no sabía lo que le esperaba.

El doctor Schneider pronosticó tres meses de baja, hasta finales de marzo. Pero ya en ese momento Adrio –que asistió a la intervenci­ón– fue mucho más cauto, recalcó que el menisco también estaba afectado y habló de “entre tres meses y medio y cinco”.

En enero de 1982 se activó la operación sustituto. Después de un carrusel de nombres (Briegel, Metgod, Sócrates...) se concretó una pieza: el brasileño Toninho Cerezo, del At. Mineiro, club que de entrada se descolgó con unas peticiones desmesurad­as: cien millones pesetas por un préstamo de tres meses. Coincidió entonces un amistoso del equipo brasileño en Argel y el Barcelona montó una operación de estado, con el desplazami­ento del mismo Lattek, acompañado del presidente Núñez y del vicepresid­ente Gaspart. Pero Toninho Cerezo, que presionó hasta donde le fue posible para fichar, nunca se vistió de azulgrana. La plantilla en bloque convenció a Lattek de que no necesitaba­n ningún refuerzo y que se bastaban para salir adelante. Lo cierto es que el Barça enderezó el rumbo y llegó a tener la Liga más que ganada, antes de desperdici­ar una renta de cinco puntos (cuando la victoria valía dos) a seis jornadas del final, en las que apenas logró dos empates.

El caso Schuster y su escapada a Alemania para operarse se complicó en febrero. Regresó de una revisión en Colonia, donde sólo iba a quitarse el yeso, con un nuevo diagnóstic­o: un mes más de espera. Pocas horas más tarde, Núñez y Gaspart presentaba­n por fin su refuerzo: el brasileño Cléo Hickman, del Internacio­nal de Porto Alegre, de 23 años y tan rubio como Schuster. Pero ni la cuarta parte de futbolista.

Nunca jugó un partido oficial, se divulgó un supuesto –y falso– homosexual­ismo (cuando era un tema tabú en el fútbol español), se casó con su novia en Barcelona y se fue. En agosto regresó con el Internacio­nal y amargó la fiesta del Gamper de Maradona: con su equipo eliminó al Barça y luego se proclamó campeón del torneo.

Mientras proseguía la inacabable recuperaci­ón de Schuster, el jugador iba viajando de Alemania a Barcelona y viceversa. En uno de estos desplazami­entos, en coche, se saltó el control aduanero español, con un vehículo sin matriculac­ión homologada y sin la preceptiva carta verde para viajar por Europa. Y además solía ofrecer jugosas declaracio­nes a menudo, como cuando dijo de Cléo que “sólo sé que existe, pero ignoro cómo es”.

Finalmente, el 24 de febrero de 1982, Schuster cerró la carpeta Schneider y se puso en manos de González Adrio y del jefe médico del Barcelona, el doctor Carles Bestit. Y González Adrio explicó la situación con crudeza médica: “Le falta un veinte por ciento de extensión en la rodilla”. Iba cojo. A mediados de abril los servicios médicos del Barcelona dieron la voz de alarma: debía operarse de nuevo, su carrera estaba en peligro.

Al atardecer del 21 de abril, con total sigilo y aprovechan­do que en esas mismas horas el Barça se jugaba en el Camp Nou el pase a la final de la Recopa, la rodilla de Schuster fue reabierta, esta vez por el bisturí de Adrio, que procedió, se dijo, a retirar unas adherencia­s. Y se abrió un segundo proceso de recuperaci­ón. Schuster volvió a vestirse de corto en un amistoso en agosto de 1982, ocho meses después del tremendo zapatazo de Goikoetxea. Su técnica salió incólume. Su prodigioso pase de larga distancia, intacto. Pero su tremendo arranque en seco ya nunca fue el mismo. ¿Qué habría sucedido si llega a seguir los consejos de los servicios médicos de su club?

OCHO MESES DE BAJA El centrocamp­ista alemán se puso en manos del doctor Schneider, y Adrio tuvo que reoperarlo

UNA HISTORIA QUE SE REPITE Frente al quirófano, el futbolista busca confianza y apura todas las opciones, como ahora pasa con Umtiti

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PÉREZ DE ROZAS / ARCHIVO Bernd Schuster en la cama del hospital
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Caricatura de García Lorente publicada en La Vanguardia del 15 de diciembre de 1981
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