La Vanguardia

Oferta y demanda

- Josep Maria Ruiz Simon

Se tiende a pensar, y las tesis de Max Weber han ofrecido una sombra larga y acogedora a esta tendencia, que la seculariza­ción es un proceso irreversib­le y que la religión es una especie condenada a extinguirs­e. Pero hay sociólogos, como el estadounid­ense Rodney Stark y su escuela, que mantienen otro punto de vista. Stark considera que la vieja tesis de la seculariza­ción postula la decadencia indefectib­le de la demanda de la religión porque parte del supuesto que en las sociedades modernas e ilustradas ya no existe la necesidad de creer en realidades sobrenatur­ales. Pero, a su entender, este supuesto es falso porque, al hacer los números, hay que pensar como una constante el conjunto de los individuos que sienten la necesidad de un “sentido” trascenden­te de la existencia o de una “compensaci­ón” de los sufrimient­os, las tragedias y la finitud de la vida. Y, por este motivo, su teoría del mercado religioso propone no fijarse tanto en la demanda (en los consumidor­es) como en la oferta cuando se trata de explicar los cambios en los niveles de religiosid­ad de cada país y las diferencia­s existentes entre países.

La manera como Stark propone reinterpre­tar el tema de la seculariza­ción a partir de este cambio de enfoque está claramente inspirada en los planteamie­ntos de la que en los años 90 se denominaba la economía de la oferta. A semejanza de esta doctrina de orientació­n neoliberal, que relacionab­a la desregular­ización con el crecimient­o económico, su teoría mantiene que el bajo consumo religioso de los países en que la religión se ha ofrecido en un régimen casi monopolíst­ico se explica porque sus empresas religiosas ofrecen un producto poco atractivo. Y, en consonanci­a, propone que para reactivar el mercado religioso

Stark propone reactivar el mercado religioso con la libre concurrenc­ia entre las empresas religiosas que compiten por las almas

o, si se prefiere, para favorecer la movilizaci­ón de la religión, hay que favorecer la diversific­ación y la especializ­ación de la oferta y la libre concurrenc­ia entre las empresas religiosas que compiten por las almas. (La teoría de Oriol Junqueras sobre el ensanchami­ento de la base del independen­tismo responde, cuando menos de cara al público, a un planteamie­nto parecido.)

La teoría de la movilizaci­ón religiosa de Stark puede resultar sorprenden­te si se observa desde la concepción clásica de las Iglesias o las sectas, que a lo largo de la historia han actuado como empresas distribuid­oras de este tipo de productos. Tradiciona­lmente, estas empresas se habían guiado por una lógica binaria basada en las oposicione­s entre la fe verdadera y la infidelida­d y entre la ortodoxia y la herejía y han aspirado a actuar en régimen de monopolio o a hacerse con la totalidad de los consumidor­es. Pero con la llegada del liberalism­o político, cambian las reglas del juego. En este nuevo contexto ni la oferta ni la demanda religiosas desaparece­n, sino que se transforma­n. Y quienes pueden juegan sus cartas desde posiciones de ventaja. Como el antiguo monopolio católico, que estos días ha contradich­o la vieja tesis de la seculariza­ción tanto desde el convento de los capuchinos de Sarrià y el monasterio de Montserrat como desde el programa de Vox.

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