La mirada al adversario

JEAN-François Revel, que es uno de los personajes más interesantes del siglo XX (fue tan buen filósofo como gastrónomo), escribió en sus memorias que se sintió tentado por la política. Fue candidato a las elecciones generales por los socialistas en 1967 y gracias a ello conoció a François Mitterrand. Un día, el líder del PSF le pidió que le leyera el discurso que iba a pronunciar. El texto comenzaba con esta frase: “Aunque no puedo negar los logros de mi adversario…”. Mitterrand se indignó y a gritos le hizo saber que nunca en política se debían reconocer méritos del rival. Era la regla básica del juego. Revel se dio cuenta en aquel instante que la política había dejado de interesarle.

Pedro Sánchez ha intentado desinflamar la situación en Catalunya y buscar complicidades con la sociedad civil y el poder político. Y, como Revel, ha intentado encontrar el lado positivo de sus adversarios independentistas. Su primer encuentro oficial en la Moncloa con Quim Torra parecía prometer un escenario, como mínimo, de conllevancia. Y aunque ha habido más de veinte reuniones entre miembros de ambos Ejecutivos y a pesar de que el Gobierno de España no se ha puesto nervioso ni con las salidas de tono del independentismo, el anuncio de un Consejo de Ministros en Barcelona, con una importante agenda catalana, no ha sido bien recibido. Elsa Artadi, que se ha gastado la suela de sus zapatos en viajes a Madrid para negociar con Carmen Calvo, fue quien dijo que era una provocación. Claro que si de lo que se trata es de hacer república, buscar vías eslovenas y animar a los CDR, entonces puede que la conllevancia sea una provocación. Pero, cuando hay pocos recursos –los funcionarios desconvocaron ayer un paro relacionado con las pagas que se les adeudan– y los servicios básicos se resienten, lo lógico sería hacer un ejercicio de pragmatismo. Y buscar la complicidad de un Gobierno que entiende que habrá que hacer mucha política para salir del laberinto.