Incertidumbre y calma
La decisión de la primera ministra británica, Theresa May, de aplazar la decisiva votación del Parlamento sobre su plan para el Brexit; y la imprescindible distensión que debe ir afianzándose entre los gobiernos de Catalunya y España.
EL aplazamiento de la votación del acuerdo sobre elBrexitenelParlamentobritánicodecididopor la primera ministra, Theresa May, ante el riesgo de que fuera abrumadoramente rechazado, abre una nueva etapa de máxima incertidumbre sobre el proceso, en la que no se descarta la ruptura total.
Tras el aplazamiento de dicha votación, May ha iniciado una gira europea para conseguir más concesiones de Bruselas que le permitan convencer a una mayoría de diputados británicos sobre las bondades del acuerdo, que garantiza un Brexit ordenado y que es el resultado de dos años de intensas negociaciones. La primera ministra, en especial, espera obtener garantías suplementarias para evitar la restauración de una frontera dura entre la provincia británica de Irlanda del Norte y el resto de la isla.
Ni los presidentes del Consejo Europeo ni de la Comisión, así como ninguno de los líderes con los que se ha entrevistado May, como la canciller alemana Angela Merkel o el primer ministro holandés, Mark Rutte, aceptan abrir una renegociación del citado acuerdo. Pero, para facilitar su aprobación por parte del Parlamento británico, están abiertos a incorporar un protocolo o una clarificación sobre los puntos que se decidan, al igual que se hizo con el asunto de Gibraltar a petición de España.
El resultado de lo que pueda obtener May de su petición de ayuda a sus colegas europeos es crucial para el futuro del Brexit y de ella misma. Cuando regrese a Gran Bretaña deberá presentar, antes del 21 de enero, el acuerdo del Brexit ysusañadidosalParlamentoparasuaprobaciónosueventual rechazo.
Si la mayoría del Parlamento británico rechaza el acuerdo sobre el Brexit, que hoy en día parece el escenario más probable pese a los esfuerzos de May para evitarlo, la salida desordenada de Gran Bretaña de la UE a partir del 29 de marzo puede ser un hecho. Esto puede suponer un enorme caos que perjudique a todos, pero especialmente a la propia Gran Bretaña, ya que afectaría a las relaciones comerciales, a los controles fronterizos de personas y a multitud de reglamentaciones, desde las bancarias hasta las telefónicas o farmacéuticas, que actualmente son comunes. La inquietud es creciente, sobre todo en medios económicos y financieros. No es para menos.
En el ámbito interno el rechazo parlamentario del acuerdo podría significar el fin político de May. Si no dimite, que es una posibilidad, podría ser sometida a un voto de confianza en el seno de su propio partido. El problema es que en las filas conservadoras hay una profunda división entre los partidarios de renegociar con Bruselas y los que defienden abandonar la UE sin acuerdo. Otro escenario sería la presentación de una moción de censura contra el actual Gobierno que podría desembocar en una convocatoria de elecciones, en las que el Labour tendría muchas opciones de ganar. En ese caso no se descarta que el partido que lidera Jeremy Corbyn pudiera plantear la convocatoria de un segundo referéndum sobre el Brexit, aunque nada asegura que los ciudadanos no volvieran a votar a favor, ya que la sociedad británica está muy dividida.
Los dirigentes europeos deberán tomar una decisión sobre las nuevas concesiones a May en la cumbre que se celebrará el jueves y el viernes en Bruselas. Los Veintisiete han hecho ya muchas concesiones a Gran Bretaña para lograr un acuerdo beneficioso para ambas partes. Quizá puedan hacer algunas más para evitar un Brexit salvaje, pero el problema está del lado de los británicos y de las profundas divisiones que los enfrentan. El riesgo de una salida sin acuerdo es una probabilidad evidente.