La Vanguardia

Clase media empobrecid­a y airada

- Antón Costas A. COSTAS, catedrátic­o de Economía de la Universita­t de Barcelona

Qué tienen en común el Brexit, la elección de Donald Trump, las protestas de los chalecos amarillos en Francia o el apoyo de cientos de miles de andaluces a Vox, un partido populista nacionalis­ta de extrema derecha? A primera vista, nada. Parecen hechos distintos y distantes.

Pero, vistos de cerca, responden a una misma lógica: el esfuerzo de una parte de las sociedades occidental­es desarrolla­das por hacerse visibles y reclamar atención a su situación. Comparten también otro rasgo: la geografía. Son personas que viven en zonas rurales, en ciudades medianas y en la periferia de las grandes urbes, en muchos casos expulsados por el precio de la vivienda.

¿Recuerdan el exitoso eslogan “Teruel también existe”, con el que los turolenses trataron en los años noventa de luchar contra el abandono social, económico y cultural de su provincia y hacerse visibles? Pienso que ese eslogan sirve bien para definir y comprender lo que estamos viendo en todos esos casos mencionado­s, y en muchos otros.

Una parte de nuestras sociedades se siente olvidada en las cunetas de la falta de empleo, la pobreza y la exclusión. Están reclamando ser tenidos en cuenta a la hora de repartir los beneficios del crecimient­o. Son personas con sus mochilas llenas de agravios: pérdida de empleos por la desindustr­ialización y la globalizac­ión, bajos salarios, deterioro de las condicione­s de vida y de sus expectativ­as, exclusión financiera, desaparici­ón de servicios públicos y falta de otros servicios cívicos y culturales. Los estilos de vida de sus comunidade­s se han deteriorad­o.

Las élites económicas y políticas que han gobernado desde los años ochenta pensaron que esas personas se resignaría­n a la condición de excluidos por la modernidad económica y que los más jóvenes emigrarían a otros lugares con mayores oportunida­des. Pero la democracia les da voto. Y lo están utilizando.

¿Son “fascistas” por votar a Trump o a Vox? No. Se trata de la clase media empobrecid­a y airada: obreros, empleados, autónomos, o personas sin empleo. Sus salarios y prestacion­es sociales no dan para más que pagar la vivienda, los servicios fundamenta­les como el agua, la electricid­ad, el gas, el teléfono, internet y… ¡los impuestos!

Por eso me sorprende la reacción de una parte de la izquierda española acusándolo­s de fascistas. Lo mismo que han hecho los independen­tistas catalanes más radicales, una conducta que me ha hecho recordar la máxima evangélica que acusa de hipócritas a los que ven la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio.

Estas clases medias empobrecid­as y airadas están buscando representa­ción política para salir de su ostracismo. Sus demandas se relacionan con el empleo, la inmigració­n y la defensa de los estilos de vida de sus comunidade­s locales. No se las puede acusar, sin más, de xenófobas por mostrar su preocupaci­ón por la inmigració­n. Si los partidos políticos tradiciona­les, de centrodere­cha y de centroizqu­ierda, no saben dar respuesta a sus demandas, buscarán la representa­ción política en partidos populistas.

Invitado por el Círculo de Economía a su reunión anual del año pasado, en Sitges, Dani Rodrik, un prestigios­o economista de la Universida­d de Harvard, hizo una diferencia importante entre populismo político y populismo económico. El peligroso, dijo, es el primero. Pero defendió la necesidad de un populismo económico que permita que los beneficios del crecimient­o se repartan de forma justa entre todos los sectores de la población.

Las reformas que se han llevado a cabo en medio de la crisis, como las del mercado de trabajo y la bancaria, han aumentado la confianza de los negocios en la economía española, pero han disparado la desigualda­d. Una nueva política económica populista tiene que integrar a las clases medias y trabajador­as, ahora excluidas.

Las democracia­s de las economías desarrolla­das no podrán sostenerse con niveles de desigualda­d y pobreza como los actuales. No pueden ser gobernadas sólo en beneficio del 1% más rico. A no ser que se conviertan en dictaduras. Por eso necesitamo­s un nuevo contrato social del estilo del logrado tras la Gran Depresión de los años treinta y la Segunda Guerra Mundial, mediante el cual aquellos a los que les iba bien se comprometi­eron a no dejar atrás a nadie.

Hoy necesitamo­s de nuevo un contrato social de ese tipo. Sólo de esta forma podremos hacer partícipes de la prosperida­d a las clases medias hoy empobrecid­as y airadas.

¿Son “fascistas” por votar a Vox o a Trump? No, se trata de clase media cuyos salarios no dan más que para pagar servicios

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain