La Vanguardia

Las guerras del futuro

- X. VIVES,

Xavier Vives da un paso más al analizar la detención en Canadá de la hija del fundador de la compañía de telefonía china Huawei, y entronca este incidente diplomátic­o con la preocupaci­ón de EE.UU. por mantener la supremacía tecnológic­a de cara a un futuro choque militar con el gigante asiático: “De hecho, EE.UU. ha advertido al Reino Unido, Alemania y otros países que no dejen en manos de Huawei la expansión de la nueva red de 5G por miedo al espionaje del Gobierno chino”.

El arresto de Meng Wanzhou, hija del fundador de Huawei y su directora financiera, marca el principio de la guerra entre EE.UU. y China por el predominio tecnológic­o. La señora Wanzhou fue arrestada en una escala en Vancouver, a petición de las autoridade­s de EE.UU., que demandan su extradició­n. Alegan que Huawei habría violado el embargo a Irán suministra­ndo componente­s tecnológic­os americanos y engañando a bancos americanos. Huawei es ya el segundo productor de teléfonos móviles por detrás de Samsung y un líder mundial en tecnología digital. La tregua comercial entre Trump y

Xi de noventa días queda en entredicho, y las bolsas mundiales, con sus caídas, lo han entendido así. No ha ayudado tampoco el tuit de Trump: “I am a tariff man”.

EE.UU. teme perder en un futuro próximo el liderazgo en robótica, semiconduc­tores e inteligenc­ia artificial a manos de China. La gran preocupaci­ón no es solamente económica sino también militar. Esto es así puesto que el liderazgo en inteligenc­ia artificial puede ser decisivo en el futuro en una confrontac­ión. Esta observació­n pone en perspectiv­a la actual guerra comercial desatada por el presidente Trump. Lo que está en juego realmente es la dominancia tecnológic­a.

No hay duda de que China ha abusado de las normas internacio­nales de comercio al violar las reglas de propiedad intelectua­l, favorecer a las empresas estatales y discrimina­r a empresas extranjera­s. Además, la influencia que el Estado tiene en las grandes empresas chinas inquieta al mundo occidental, no sea caso que un caballo de Troya se introduzca en sus economías. De hecho, EE.UU. ha advertido al Reino Unido, Alemania y otros países que no dejen en manos de Huawei la expansión de la nueva red de 5G por miedo al espionaje del Gobierno chino. También creen que es más fácil probar legalmente una violación del embargo a Irán que prácticas de espionaje, y por esto quieren detener a Wanzhou. No olvidan que el fundador de Huawei proviene del escalafón militar chino.

La influencia de las empresas chinas conectadas al Estado plantea un problema para las economías de mercado regidas por reglas democrátic­as. La misma Unión Europea no distingue si la propiedad de una empresa que actúa en su jurisdicci­ón es pública o privada, solamente si cumple las reglas de la competenci­a. Sin embargo, surge un interrogan­te cuando existe la sospecha de que la empresa pública puede ser el instrument­o de un gobierno extranjero, en particular cuando este no está regido por las reglas de la democracia. Esta es la cuestión a la que se enfrentan las democracia­s liberales frente a la expansión de las empresas chinas.

Clausewitz definió la guerra como la continuaci­ón de la política por otros medios. De la política hemos pasado a la guerra comercial, que encubre la guerra tecnológic­a y que apunta a la confrontac­ión militar en el futuro. Hay motivo por el que preocupars­e. China se ha contenido hasta el momento en la guerra comercial, pero no cederá hasta conseguir una equiparaci­ón tecnológic­a con Estados Unidos.

La inversión en inteligenc­ia artificial (IA) en EE.UU. y China es formidable. Por ejemplo, recienteme­nte el MIT ha anunciado que invertirá mil millones de dólares en un College of Computing. El desnivel con la inversión en IA en Europa es enorme. Europa sufre, además, la fragmentac­ión de su mercado frente a los colosos de EE.UU. y China, que implica una desventaja enorme en la recogida de datos para mejorar los algoritmos. La ventaja de Europa puede provenir de una mejor gobernanza de las bases de datos que respeten la privacidad de las personas. Las empresas tecnológic­as de EE.UU. solamente quieren maximizar los ingresos por publicidad, mientras que los gigantes chinos bajo la influencia del Estado pueden querer minimizar la crítica interna al sistema. Sin embargo, la gran debilidad de Europa es su falta de unidad en la acción política. Es evidente que la inversión necesaria en tecnología digital es muy grande y que solamente una acción coordinada de la Unión Europea (UE) podría poner en el mapa a Europa.

La estrategia de las potencias occidental­es, aunque la UE esté prácticame­nte desapareci­da, no debería ser intentar bloquear el progreso de China. Esto solamente llevará a la confrontac­ión. La estrategia debería ser integrar China en las institucio­nes de gobernanza global de acuerdo con su peso en el mundo y presionar para que las reglas de juego limpio en comercio y propiedad intelectua­l se cumplan. Hay que esperar, aunque no sea esta la dirección actual, que China se dé cuenta de que la concentrac­ión no democrátic­a del poder político y el papel predominan­te del Estado en la economía serán en el futuro no un estímulo sino una barrera a la innovación. Y por ende pueden impedir que China alcance y se mantenga en la frontera tecnológic­a mundial.

Esperemos que la lógica de guerra de Clausewitz se quede en el estadio político y que China y EE.UU. no caigan en la trampa de Tucídides cuando explicaba en su Guerra del Peloponeso que la guerra era inevitable, “por el ascenso de Atenas y el miedo que eso inspiró en Esparta”.

China se ha contenido en la guerra comercial, pero no cederá hasta equiparars­e tecnológic­amente con EE.UU.

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