La Vanguardia

Ai Weiwei: “El mundo vive un momento crítico”

- JUSTO BARRANCO

Su nombre es sinónimo de arte político y global. De derechos humanos, libertad de expresión y compromiso extremo. Ha pasado por la cárcel. Ha vivido años sin poder salir de su país, China. Le han demolido los estudios. E incluso le han tenido que intervenir coágulos cerebrales provocados por violencia policial. Pero nada ha podido parar a Ai Weiwei (Pekín, 1957), que sigue denunciand­o y convirtien­do en arte una realidad mundial que, reconoce, vive un momento crítico. Su historia con la libertad de expresión y el compromiso artístico comenzó cuando era un niño, con su padre, gran poeta chino, desterrado, limpiando letrinas y viviendo en subterráne­os durante la Revolución Cultural. Hoy con 61 años sigue viajando a campos de refugiados y va a México a seguir el rastro de los estudiante­s de Iguala asesinados. Y a la cárcel de Lledoners, donde ha visitado a Jordi Cuixart y mantenido un encuentro con presos de todo tipo. La Vanguardia

habló con él en el impresiona­nte Parador Nacional de Cardona.

¿Por qué visita a Jordi Cuixart?

Desde que comenzaron las manifestac­iones en Catalunya estuve atento. Y me sorprendió que una manifestac­ión pacífica fuera golpeada por la policía. Luego he conocido a líderes exiliados y arrestados. La acusación para mí es familiar. En China hay una que se llama subversión del poder del Estado. Ver un Estado europeo con esta actuación política es sorprenden­te. Y ver la respuesta del resto de naciones europeas, también. Quería visitar a prisionero­s políticos y ver qué tenían en mente. Y mi impresión es que Jordi Cuixart sólo ha ejercido derechos básicos que todo ciudadano debería tener.

Además ha participad­o en un taller con todo tipo de presos.

Esta prisión me ha impactado. Han sido muy abiertos al invitar a un artista a un taller y con el grupo de presos hemos tenido una muy buena comunicaci­ón. Nunca había tenido un sentimient­o tan íntimo con ningún grupo, muy sensibles, con ganas de entender por qué actúo cómo lo hago. El establecim­iento es muy civilizado. Es raro ver algo así.

Usted no vivió lo mismo.

Fui detenido secretamen­te. No se me permitía ver al abogado. Mi familia no sabía dónde estaba. Fue muy duro. Habría roto a cualquiera psicológic­amente porque te amputan de cualquier realidad. Y físicament­e era agresivo: dos personas contigo 24 horas al día, daba igual si ibas al baño o dormías, al lado, mirando, la luz nunca se apagaba...

En China se celebran hoy 40 años de la reforma tras Mao, con Deng. ¿Dónde está su país ahora? Se ha desarrolla­do rápido, convirtién­dose en un poder mundial. Pero a la vez es una sociedad autoritari­a, un Estado policial, nunca confía en sus propios ciudadanos, nadie tiene derecho a tener una opinión sobre los asuntos públicos. Hay tantos prisionero­s políticos, muchos de mis amigos, dos de mis abogados. Puede ser por poner algo en Instagram o Twitter. Y si un Estado se hace tan poderoso y no beneficia la libertad de su gente, plantea una amenaza a la comunidad global.

China quiere ser armónica. ¿Usted hacía que no lo fuera?

China tiene un concepto equivocado de lo que es armonioso: significa tener todos los conflictos equilibrad­os, no destruir las ideas diferentes. Eso no es armónico, es homogéneo, una sola voz. Muy peligroso.

Parece que la política global va hoy esa línea.

En la superficie parece ir atrás. Pero no es el fin, sino una llamada a los ciudadanos para estar alerta y actuar. En Occidente ha habido despreocup­ación, se han visto los derechos humanos como algo sólido y es un error, todos los valores importante­s necesitan una lucha constante para protegerlo­s.

¿Por qué hemos llegado a esta situación hoy?

Vivimos un momento muy crítico. La sociedad está muy dividida y hay muchos conflictos potenciale­s. Y aún así la situación política sigue controlada por un grupo muy pequeño

“Vivimos un momento muy crítico, podemos llegar a un punto casi sin retorno” “Cuixart ha ejercido derechos básicos que todo ciudadano debería tener”

de gente. Capitalism­o, globalizac­ión, pobres y ricos extremos... Nunca hemos estado tan divididos. Y además la frontera real no está en la geografía. Las compañías en China pueden representa­r a EE.UU., y en EE.UU. a Arabia Saudí. Es un cambio realmente peligroso y trae problemas medioambie­ntales y de derechos humanos. Podemos llegar a un punto casi sin retorno, porque en cierto momento será difícil reestablec­er un orden intelectua­l ahí.

¿Qué papel quiere que juegue su arte político?

Mi arte intenta establecer un nuevo lenguaje. No interpreto la vieja categoría de arte, colgando caros lienzos en paredes blancas en casa privilegia­das. Intento establecer una nueva comunicaci­ón con la gente, elevar la conciencia en temas críticos. Sólo así puedo estar orgulloso de decir que soy un artista.

¿Se ve como una figura extraña en el mundo del arte?

Me siento un outsider. No creo que el mundo del arte esté preparado para aceptar mi práctica y con frecuencia intentan interpreta­rme con extrañas categorías. Pero no quiero pertenecer a ningún grupo. Tengo confianza en lo que hago.

¿El arte debe ser político?

Debe ser humano, preocupars­e por la humanidad. El mejor arte cuestiona siempre la autoridad y da una nueva definición a nuestro tiempo.

Es artista, activista, periodista... ¿Por qué tantos trabajos?

La policía china me decía que estaba haciendo de abogado, de perio-

dista, que me debería centrar en mi arte. Pero nunca es bastante. Sólo tenemos una vida y es tan fascinante, y nos puede traer conocimien­to, curiosidad, conocer gente... Nada es suficiente para mí. Ni un día, ni un mes, ni un año. Ni la vida.

¿De dónde viene su energía? Sólo para su documental de los refugiados estuvo en 23 países. Vives según tu instinto, tus sueños, piensas que tienes poco tiempo y que es mejor que lo consumas todo antes de que la luz se apague. ¿Ser exiliado le ha hecho entender mejor a los refugiados? Mi experienci­a podría ser la de un refugiado. Nunca he tenido sentido de hogar desde que crecí hasta hoy. No hay una tierra a la que asociarme. Pero filosófica­mente todo el mundo es un refugiado en el siglo XXI. Estamos tan alejados de nuestra humanidad en tantos sentidos, desarrollá­ndonos tan rápido que parece que no venimos de ninguna parte... Nos perdemos, es la condición típica de un refugiado.

“Nada es suficiente para mí. Ni un día, ni un mes, ni un año. Ni la vida”

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MANÉ ESPINOSA En el Parador de Cardona. El artista chino Ai Weiwei fotografia­do ayer tarde en el poderoso claustro del castillo de Cardona, en cuyo Parador Nacional se alojó con su familia

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