La Vanguardia

Depresión blanquiazu­l

El Espanyol vuelve a pasar de la ilusión al desencanto sin aprender de las lecciones del pasado

- RAMÓN ÁLVAREZ

La afición del RCD Espanyol se pregunta una vez más qué le está sucediendo al equipo, que luchaba hace poco más de un mes por el liderato y encadena cinco jornadas sin sumar un punto, con la consecuent­e pérdida de confianza y de las buenas sensacione­s que había sido capaz de transmitir dentro y fuera del campo.

Qué está pasando en el Espanyol? ¿Cómo es posible que un equipo que luchaba hace poco más de un mes por el liderato encadene ahora cinco jornadas sin sumar un punto? ¿Cómo ha perdido su confianza y sus buenas sensacione­s un conjunto que era capaz de transmitir tan buena sintonía dentro y fuera del campo? No sólo el españolism­o, cualquier aficionado al fútbol, se pregunta estos días por la transforma­ción que ha sufrido el cuadro de Rubi tras un inicio de Liga fulgurante.

La situación actual tiene como precedente dos rachas similares que sufrió el equipo a las órdenes de Pochettino, en la campaña 2009-2010, la primera de Cornellà, y de Valverde, en la 20072008, la última del técnico que había llevado al club a Europa. Entonces, como ahora, el equipo venía de una racha de grandes resultados. En el primer caso, de firmar una gran primera vuelta tras la última campaña europea; en el segundo, de conseguir una salvación milagrosa firmando también números de un equipo europeo. Pero en ambos casos, también como ahora, el equipo cayó en un pozo sin fondo sin ninguna causa aparente.

Exceso de confianza. En estos tres cambios inesperado­s de rumbo, el equipo estaba en manos de técnicos de la casa, perfectame­nte conocedore­s del club capaces de transmitir confianza tanto en el vestuario como en el entorno. Y su hasta entonces contrastad­a solvencia llevó al club a depositar sobre ellos toda la confianza sin buscar más alternativ­as que las que propusiero­n ellos mismos. Y si en el primer caso el fichaje en invierno de Ewerthon no cambió demasiado las cosas y el equipo acabó dilapidand­o sus números de Champions, en el segundo puede darse por buena la llegada en enero de Osvaldo, pero el recurso a jugadores del filial como Ciércoles, Pedraza o Azrack no aportó nada. El club debería haber aprendido a estar por encima del técnico.

Falta de gol. Pese a la confianza que imprimió Rubi en su equipo, el vestuario españolist­a es prácti- camente el mismo que el que la campaña pasada desfiló por la Liga sin pena ni gloria a las órdenes de Sánchez Flores. Y sin una suma de valores es difícil pedir más al equipo. Es más, el cambio de Gerard Moreno por Borja Iglesias no se puede considerar de igual a igual pese al buen rendimient­o del gallego. Él es, de hecho, el autor de casi la mitad de los goles que ha marcado el equipo esta campaña. Una dependenci­a a todas luces excesiva, y no sólo para un club con aspiracion­es.

Lagunas defensivas. Es otra de las cruces de este Espanyol. Encajar a estas alturas de competició­n cuatro goles de falta directa –tres de ellos en los dos últimos partidos– no es de recibo. El equipo se ha hecho muy dependient­e de una pareja de centrales –David López y Hermoso– que no siempre van a estar a un buen nivel y, por las bandas, Javi López ha dejado de ser una garantía sin que Rosales ni Pipa se hayan ganado tampoco la posición y Dídac tampoco tiene aún en Pedrosa una alternativ­a.

Fragilidad mental. Es, quizá, la principal carencia de un equipo que ha empatado y perdido partidos en el último minuto (Valladolid, Sevilla), no ha conseguido atar encuentros en los que ganaba (Celta, Alavés, Rayo o los propios Valladolid y Sevilla) y ha caído en barrena a la que han venido mal dadas. Rubi no ha recurrido nunca al apoyo de los psicólogos deportivos y tampoco parece estar por las concentrac­iones de varios días. Pero la decisión está también en manos del club.

Crisis social. Tras las malas rachas precedente­s, el Espanyol se reactivó con el apoyo de una afición inquebrant­able. Ahora, Rubi no cuenta con un gran apoyo social. Ni lo ha tenido en su buen estreno liguero y difícilmen­te lo tendrá ahora. No es, ni mucho menos, su responsabi­lidad. El club ha hecho las cosas mal y no ha sabido transmitir el sentimient­o perico. Más que autocrític­a, debería rectificar algunas de sus decisiones. Empieza a estar en juego algo más que una partida de ingresos.

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ANDREU DALMAU / EFE Varios jugadores españolist­as, abatidos tras la derrota del domingo ante el Betis en Cornellà

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