La triple alianza
Marín quiere incorporar a los socialistas a la negociación, pero Bonilla se opone
El rechazo de Ciudadanos a Vox dificulta el pacto con el PP en Andalucía.
No todo está tan atado como parecía. Ciudadanos y el PP abandonaron ayer su segunda reunión al más alto nivel y dejaron sin firmar el acuerdo programático para el que se han dado 48 horas más. “Lo siento por el PP, pero no todo va a ser tan rápido como ellos pretenden”, manifestó Juan Marín, el candidato de la formación naranja, tras el encuentro mantenido en el Parlamento andaluz. Detrás, un escollo difícil de sortear: el rechazo de Cs a que exista algún tipo de acuerdo con Vox que vaya más allá de su voto afirmativo en la investidura. Este fin de semana Albert Rivera los volvió a tildar de populistas, y fue replicado con dureza en Twitter por el líder de Vox, Santiago Abascal.
Ayer PP y Cs no lograron llegar a puntos de encuentro en regeneración democrática, ni tampoco sobre la composición de la Mesa del Parlamento, una negociación que se han emplazado a cerrar antes del 26 de diciembre, un día antes de que se constituya la XI Legislatura. Sí han acordado que sea el PP quien negocie con Vox el voto favorable.
El dirigente de Cs explicó que no hay acuerdo en asuntos como la eliminación de los aforamientos o la limitación de mandatos, a la par que ha explicado que su intención es que se plantee un calendario que concrete las actuaciones a poner en marcha en los primeros cien días de gobierno. Pese a todo, Marín está convencido de que se logrará el acuerdo en los próximos días porque los andaluces “no perdonarían que después de 40 años de rodillo socialista el PP y Cs se equivocaran”.
Como hace una semana, PP y Cs repitieron las delegaciones de ambos partidos, con la presencia del secretario general del PP y del secretario de organización, Teodoro García Egea y Javier Maroto, respectivamente, así como el secretario general de Cs, José Mnauel Villegas. Junto a ellos, Juan Marín y Juan Manuel Moreno Bonilla, los dos líderes andaluces.
Coincidiendo con esta reunión ayer se encontraba en Sevilla Santiago Abascal, el líder de Vox, que negó que su presencia en la capital andaluza tuviera algo que ver con la reunión del PP y Ciudadanos. El papel que jugará Vox se ha convertido en el principal escollo para el cambio de gobierno en la única comunidad española que no ha conocido alternancia política desde la transición. “Vox es una especie de pelota de pingpong, un partido en el que juegan tres equipos”, aseguran fuentes socialistas. Cs intentará hasta el último momento que el PSOE se abstenga en la investidura. Marín insistió ayer en que quiere que el PSOE participe en la negociación. Algo a lo que se niega en rotundo Moreno Bonilla.
Otra batalla de envergadura está planteada en torno a la elección de la Mesa de la Cámara. No es una cuestión menor, ya que de su composición dependerá si Vox tiene finalmente influencia o no en las políticas de la legislatura. Un asunto que depende de si la formación de Abascal va a estar en la Mesa parlamentaria con voz y voto, o únicamente con voz. Para lo primero necesitará el apoyo explícito de Cs y PP.
Los votos de Vox son, por otra parte, necesarios en la sesión de investidura para que el candidato que propongan Cs y PP pueda alcanzar el palacio de San Telmo, al menos en una segunda o posteriores
Los naranjas quieren pactar la Mesa y luego negociar el gobierno; los populares, cerrar antes un pacto global
votaciones. En caso de que se pretenda conseguir la mayoría absoluta en la primera votación, ocho diputados de Vox deberían votar a favor del candidato. El grupo de Abascal se siente clave en la futura gobernabilidad y advierte que no va a permitir que se ningunee a 400.000 votantes andaluces. Nada de pactos de tapadillo, luz y taquígrafos para todo.
El “cafetito para conocernos” que los líderes andaluces del PP y Vox se tomaron el pasado miércoles supo a cuerno quemado en las filas de Cs.
Otra diferencia es que Marín defiende pactar la composición de la Mesa antes del 27 de diciembre, cuando acaba el plazo, y posteriormente negociar el Gobierno. El PP quiere, en cambio, cerrar un acuerdo global.