La Vanguardia

May someterá a votación su acuerdo con la UE la semana del 14 de enero

La mandataria se opone a un segundo referéndum porque “dividiría al país”

- RAFAEL RAMOS

Theresa May es como el holandés errante de la política británica. Ministros del gabinete, diputados conservado­res y miembros de la oposición intentan arrollarla, pero la atraviesan como si fuera un espectro. Sólo sienten un golpe de frío, o el aleteo de los papeles que llevan en la mano, pero ella permanece ahí, imperturba­ble, fantasmal, al timón de la nave, como si todo le resbalara.

El problema es que el Brexit no tiene toda la eternidad para realizar su viaje, sino que tan sólo faltan cien días para la fecha de salida del Reino Unido, el próximo 29 de marzo. Y, aunque su Gobierno ha suscrito un tratado con la Unión Europea, el Parlamento se resiste a ratificarl­o y el país no tiene a estas alturas ni la más remota idea de cómo va a acabar todo: ¿segundo referéndum?, ¿adiós dando un portazo?, ¿fórmula noruega?

Amenazada por el Labour con una moción de censura esta misma semana si no movía ficha y concretaba sus planes después de haber aplazado la votación y regresado de Bruselas con las manos vacías, May anunció ayer en los Comunes que su acuerdo será presentado nuevamente a considerac­ión de los diputados la semana que comienza el 14 de enero, probableme­nte martes o miércoles, y que para entonces espera haber arrancado a sus socios de la UE “garantías legales y políticas” sobre la llamada “salvaguard­a irlandesa” que hagan posible su aprobación.

Su intervenci­ón fue recibida una vez más con enorme escepticis­mo, y demandas exigiendo que la votación sea ya, para contemplar las posibles opciones en el caso probable de que el plan sea derrotado, y no llevar el coche hasta el borde del precipicio. Si el día 21 de enero no se ha encontrado una solución, el Parlamento tomaría las riendas del asunto para evitar una salida desordenad­a en marzo. Pero el Gobierno no tendría la estricta obligación de aplicar sus resolucion­es, pudiendo producirse un choque frontal entre el ejecutivo y el legislativ­o.

En su declaració­n a los Comunes, la primera ministra reiteró su firme oposición a un segundo referéndum “porque dividiría aún más al país en un momento en que deberíamos permanecer más unidos que nunca, y los 17,4 millones de personas que votaron por la salida de Europa se sentirían traicionad­as”. Los brexiters advierten del peligro de disturbios sociales, del rechazo absoluto de los votantes a la política convencion­al, y del surgimient­o de partidos de ultraderec­ha.

Pero un nuevo voto sobre la permanenci­a

No habrá moción de censura del Labour hasta que los Comunes voten el compromiso de la primera ministra

en Europa está ganando enteros como única solución posible, si es que el Parlamento rechaza todas las demás. Tiene partidario­s incluso dentro del Gabinete, encabezado­s por el ministro de Economía, Philip Hammond. Otros sectores favorecen en cambio el modelo noruego (permanenci­a en el espacio económico europeo), o una salida desordenad­a que llevaría al Reino Unido a exportar e importar bajo las reglas de la Organizaci­ón Mundial del Comercio.

“Un segundo referéndum daría a la gente la oportunida­d de votar en base a los hechos, en vez de a la fantasía y las mentiras”, señaló la diputada del Partido Verde Caroline Lucas. El líder del SNP escocés en Westminste­r, Ian Blackford, sostuvo que “esperar hasta mediados de enero constituye una imprudenci­a, y cada día que pasa sin una resolución a la crisis somos el hazmerreír de toda Europa”. En una viñeta del euroescépt­ico The Daily Telegraph, una pareja de británicos acude a la agencia de viajes y pregunta: “¿Hay algún lugar al que podamos ir sin que se rían de nosotros?”

En la ópera romántica de Wagner, el holandés errante está condenado a navegar sin tregua por haber blasfemado cuando doblaba el cabo de Buena Esperanza, con una breve tregua cada siete años, y al final es redimido por el amor de una mujer. En el Brexit aún no se sabe si habrá redención.

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AFP La primera ministra, Theresa May, reacciona riendo al discurso del líder laborista, Jeremy Corbyn, en la Cámara de los Comunes

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