Lógica de la distorsión con salsa de cuenta atrás

Entrevistado por El suplement (Catalunya Ràdio) con el pretexto solidario de La Marató (TV3), Joan Manuel Serrat habla del fracaso de la política tristemente inducido por oscuros intereses. Con amarga lucidez, lamenta que se hable tan enfáticamente de diálogo y que, en la práctica, los interlocutores sean incapaces de ponerse de acuerdo sobre de qué hablar y que siempre acusen al otro de no querer hacerlo. La reflexión de Serrat conecta con lo que escribe la filósofa y artista brasileña Marcia Tiburi (¿Cómo conversar con un fascista?, Ed. Akal), cuando denuncia el esfuerzo globalizador de potenciar lo que, sin ambages, define como exterminio de la política. “La política es destruida sistemáticamente en dos direcciones, por los políticos, que la transforman en burocracia; por el pueblo, que la abandona y se desinteresa de ella”.

Tiburi también denuncia la responsabilidad de los medios en la amplificación de una violencia verbal que, con la coartada de la libertad y métodos de reality show, banaliza el odio. Sólo hay que ver la tertulia de La Sexta noche para detectar el peligro de la alta tensión como fórmula de sensacionalismo propagandístico convertido en hipnosis adictiva. Quizás para compensar, el mismo programa entrevistó a Iñaki Gabilondo, a quien a veces se atribuye la condición de oráculo-bricoleur de análisis a granel. “Todo el mundo está prometiendo cosas que no se pueden hacer y contribuyendo a aumentar la frustración”, señala Gabilondo, capaz de transformar el sentido común en oro comunicativo.

Todo eso ocurre en un contexto de cuenta atrás, que no se sabe si desea transformar el 21-D en un abismo, un delta, una oportunidad o un pozo. En la Ser, Josep Cuní le pregunta a Vidal Aragonés: “¿Los CDR son una extensión de la CUP?” Respuesta: “No. Ya nos gustaría”. Pero el protagonista reciente de la política catalana es Jordi Graupera, que pasó por Preguntes freqüents y Els matins de TV3, El món a RAC1 y Aquí, Cuní. En RAC1 explicó que el 1-O los partidos perdieron el control y añadió que el viernes pueden volver a perderlo. En la Ser, en cambio, comentó la necesidad de romper el abismo entre la “voluntad de presencia” y la “voluntad de poder”. Y consciente de su tendencia a la locuacidad torrencial, de vez en cuando decía: “Perdona que me alargue”. La climatología política de los últimos días invita al pesimismo y, viendo y escuchando algunos programas de tele y de radio, le dan la razón a Tiburi: “La histeria, el griterío, las mentiras y los argumentos falsos tienen mucho éxito, son libremente imitados y sólo suenan absurdos para los que se niegan a comprar la lógica de la distorsión en alza en el mercado del lenguaje”.

La incertidumbre del 21-D se expresa a través del suspense de la cuenta atrás