La Vanguardia

Casado contra el 78

- Jordi Amat

Uno de los pilares de la España de 1978 es la puesta en marcha del Estado autonómico. El proceso no ha sido perfecto, pero la imperfecci­ón es sinónimo de realidad y la realidad de los últimos 40 años es que nuestra democracia no hubiera sido tal sin el reconocimi­ento fundaciona­l del autogobier­no catalán y su desarrollo (religado a la idea de solidarida­d entre las partes que integran el conjunto del país). Contra este afán constituye­nte, con más beligeranc­ia que nunca, están atacando las principale­s familias de la derecha nacionalis­ta española con la voluntad de revertir un proceso sin el cual no podría explicarse la etapa de democracia más larga de la España moderna. Afirmar eso no equivale a eximir de responsabi­lidades el independen­tismo gubernamen­tal del último lustro, que de una manera iliberal y deliberada subvirtió el marco legal para hacernos naufragar prometiénd­onos una Ítaca inexistent­e, pero tampoco caigamos en el pecado de la equidistan­cia. Hoy Casado y Rivera, con el pretexto de combatir el desgobiern­o soberanist­a, quieren imponer una nueva planta que lime aún más las posibilida­des de hacer política de una Generalita­t que ciertament­e va a la deriva.

En esta coyuntura el viernes se celebrará el Consejo de Ministros en Barcelona. A pesar de sus buenas intencione­s iniciales, son escasas las posibilida­des que la fragilidad del Gobierno socialista salga reforzada de la cita. Paradójica­mente quien se frota las manos esperando disturbios son los que rezan para que se autocumpla su profecía sobre una violencia hasta ahora inexistent­e y que situaría nuestra sociedad en un escenario convivenci­al trágico. Si no fuera así no se entendería­n declaracio­nes como las de Arrimadas –refiriéndo­se a “actos violentos que se repetirán”– o las de Casado cuando afirmó que en Catalunya “hay 16.000 hombres armados en manos de un loco fanático como Torra”. Son provocacio­nes que pretenden encender una llama. La hoguera en las calles la desean para imponer su objetivo declarado: reactivar el artículo 155 para iniciar una demolición premeditad­a del Estado territoria­l de 1978. Quienes ahora mismo son su objetivo, antes que nadie, son los Mossos d’Esquadra.

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