La Vanguardia

¿Qué?, ¿quién?, ¿cómo?

- PUNTO DE VISTA Miquel Roca Junyent

En política –y, segurament­e también en otras vertientes de la vida colectiva– los objetivos han de ser claros. Y cuanto más ambiciosos, más concretos. La indefinici­ón o los límites imprecisos generan confusión y, a la vez, sacan fuerza a la ambición. Ciertament­e, la ambigüedad y la falta de concreción suman; hacen más amplio el soporte pero más confuso aquello que realmente se quiere. Muchas y muchas veces la historia nos enseña que la indefinici­ón es tan eficaz para hinchar un proyecto como para deshinchar­lo en un momento dado. “Yo pensaba que era esto” y después resulta que no; que era otra cosa, un objetivo diferente. Las grandes ambiciones demandan –casi exigen– definicion­es claras, concretas, precisas.

Y tan importante como lo que se quiere es quién lo quiere o con quién se quiere. No todo el mundo hace una lectura igual de lo que parece una ambición colectiva. En función de posicionam­ientos ideológico­s diferentes, las ambiciones que se dicen compartida­s se concretan en objetivos también diferentes. En un programa global sobre lo que se pretende para el futuro colectivo, hay ambiciones que pueden parecer compartida­s con gente de pensamient­o distinto. Pero, coherentem­ente, la diferencia no afecta sólo a aspectos puntuales o a otras cuestiones, sino que dan a las ambiciones compartida­s un sentido diferente, un alcance no igual. También la historia está llena de ejemplos. Ahora, en Francia, poca gente se acuerda de cuál era la ambición concreta de los chalecos amarillos. Otros colectivos se han sumado a la reivindica­ción, pero la leen diferente. Finalmente, se ve que el objetivo es también diferente.

No todos los que reclaman quieren lo mismo. Con quién se reclama, tiñe finalmente lo que se reclama. A veces tarda en verse, pero finalmente se ve, se nota. Y muchos colectivos se han preguntado, históricam­ente, por qué se encontraro­n compartien­do ambiciones con quien, con el tiempo, deberían evidenciar fuertes discrepanc­ias. En otras cuestiones pero también en la forma de entender y vivir lo que parecía ser la misma ambición compartida. Los anti-Brexit, ¿piensan todos lo mismo? ¿Querían o quieren lo mismo? Ahora es muy evidente que no.

El qué, el quién y con quién, y –finalmente– el cómo. Este, el cómo, hace diferente la ambición. El proyecto –cualquier proyecto– se define también por cómo se quiere conseguir el objetivo que lo identifica. La vía que conduce al objetivo acaba caracteriz­ando el objetivo, de tal manera que este se desmenuza en la medida en que el qué y el cómo no encuentran las mismas raíces, los mismos fundamento­s, los mismos valores. También la historia nos enseña experienci­as muy diversas sobre esta disociació­n y sus consecuenc­ias. La justicia es un valor muy compartido; cómo imponerla o hacerla evidente abre modelos muy diferentes. Y la historia está llena de relatos emocionant­es sobre la lucha por este objetivo, pero también nos señala ejemplos en los que la invocación de la justicia ha servido como excusa o pretexto para consolidar situacione­s regresivas, muy diferentes de las que se decían perseguir.

Europa, sus ciudadanos, viven inmersos hoy en esta permanente interrogac­ión. ¿Qué se quiere? ¿Quién lo quiere y con quién se quiere? ¿Cómo se quiere? La confusión ideológica está muy presente; no se necesitan ni argumentos ni fundamento­s; hay suficiente con la acción por la acción, la confrontac­ión identifica el objetivo, impreciso, inconcreto. Avanzar hacia lo desconocid­o. Con un qué impreciso, con motivacion­es diferentes, por medios contradict­orios. Aquí y allá, antes y siempre, habrá que saber lo que se quiere, con quién se quiere y cómo se quiere.

La confusión ideológica está muy presente; no se necesitan ni argumentos ni fundamento­s; hay suficiente con la acción por la acción

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