La Vanguardia

¿Quieres mi consejo? No

- Carlos Zanón

Cuando a Dean Martin le preguntaro­n por Sinatra, se limitó a decir que “este es el mundo de Frank: nosotros sólo vivimos en él”. Sinatra, desde hace años, anda en el más allá. También Dino. Por lo que probableme­nte estemos viviendo el mundo de Kirk Douglas. Convendrem­os que podría ser peor. De momento, aún nos cabe la duda porque Kirk resiste con 102 años. Uno sospecha –a pesar de tener en contra tanto a la ciencia como a Cine de barrio– que el mundo empieza cuando nace y se acaba cuando le dejan morir en paz. Siempre somos Alemania año cero, y no hay consejo que nos digan los demás, que nos valga. Ya pueden refranes, padres y amigos, moralejas, canciones, historias y orquestas de coros y danzas hacer bien su trabajo que uno siempre va a empecinars­e en creer que su singularid­ad cambia los elementos de la ecuación y, por tanto, el resultado. ¿Quieres mi consejo? No. ¿Sabes qué haría yo en tu lugar? Dímelo que no me importa.

Todo es nuevo. Todo lo pusieron esta mañana para mí. De hecho, la experienci­a sólo sirve cuando no sirve para nada. Cuando no tienes ni fuerzas ni opciones de decidir ni tan siquiera la residencia en la que aparcarte y ver la tele –Cine de barrio, con mucha probabilid­ad–. De ahí el mérito de los ingleses. Sus abuelos han sacado el país de la Unión Europea gracias a que eso de “un hombre, un voto” no admite tramos de edad. Con lo cual, si la experienci­a anticipa los errores del pasado, igual el Brexit era bingo y en la próxima tormenta el continente vuelve a quedar aislado.

La idea de que todo empieza en uno, generación tras generación la tienes, te sonroja y te convence mientras vas leyendo Teenage. La invención de la juventud, de Jon Savage, más conocido por ser también el autor de England’s dreaming, el vademécum del alumbramie­nto del punk inglés y los Pistols. El volumen editado aquí por una pequeña pero corajuda editorial (Desperta ferro) es un libro imprescind­ible que frena en el momento preciso (1945), hurgando desde la prehistori­a (1875) de esa cosa llamada adolescenc­ia. El capitalism­o, de forma muy hábil, crea la cultura juvenil como una manera de disolver tanto la delincuenc­ia, como los movimiento­s anticapita­listas o asociacion­es militares. Amplia la infancia en un sucedáneo de antesala de la madurez en el que se le deja participar en qué consume y así gasta, se entretiene y no muerde. Antes de eso, en el libro presenciam­os un desfile de quinquis, boy scouts, apaches parisinos, hooligans irlandeses, flappers, bohemios y Juventudes Hitleriana­s. Todas esas tribus comparten la misma e idéntica idea que tú tenías de ser único y especial, transgreso­r, rebelde, violento y emocional. Y todo lo que gritabas, y te ponías y rompías ya había sido gritado, puesto y roto cada determinad­o número de años. Deprimente o consolador, según se mire. Esperemos al deceso de Kirk Douglas. A ver si al final, cuando uno se muere resulta que los demás continúan vivos.

Todo es nuevo. De hecho, la experienci­a sólo sirve cuando no sirve de nada

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