La Vanguardia

Un antifascis­mo preventivo

- Josep Maria Ruiz Simon

El antifascis­mo puede entenderse de muchas maneras. Alguna, muy épica, adopta como táctica la confrontac­ión, la hostilidad y la intimidaci­ón en la calle respecto a aquellos a quien se considera, a veces sin hilar muy fino, fascistas. Que esta táctica, que imita los métodos de quienes en principio se quiere combatir, permita lograr los objetivos a los que presuntame­nte se aspira y no se limite a favorecer los efectos contrarios no parece un hecho corroborad­o. Otras son o han sido más prosaicas. Entre estas, una de las menos recordadas es la que inspiró, con resultados notables, las constituci­ones que se elaboraron en algunos países europeos tras la Segunda Guerra Mundial. Como las de Italia, Alemania o Francia. Los políticos que protagoniz­aron aquellos procesos constituye­ntes miraron de aprender algunas lecciones de lo que había sucedido en las décadas anteriores, que habían sido dolorosame­nte pedagógica­s. Tenían claro que el resultado de la guerra no comportaba automática­mente la desaparici­ón de las circunstan­cias y los problemas que había servido de caldo de cultivo del fascismo ni de las fuerzas que, instrument­alizando los prejuicios y las emociones, podían empujar hacia unas respuestas a los problemas políticos que podían hacerlo resurgir. Y las constituci­ones que redactaron respondían a lo que se podría describir como un antifascis­mo preventivo. Piero Calamendre­i, uno de los artífices de la Constituci­ón de 1948, describió estas constituci­ones como textos “polémicos” que cuestionab­an la orden social existente y que tenían un carácter programáti­co, particular­mente en relación al contenido de los derechos sociales y laborales. El

El antifascis­mo preventivo tenía bien claro que el surgimient­o del fascismo era inseparabl­e de la crisis del viejo liberalism­o

hecho de que el movimiento comunista y la URSS continuara­n muy vivos favoreció, sin duda, que se llegara a unos consensos que en otras circunstan­cias quizás no se habrían producido.

De hecho, este antifascis­mo preventivo tenía bien claro que el fenómeno del surgimient­o del fascismo era inseparabl­e de la crisis de legitimida­d del viejo liberalism­o, tanto del liberalism­o económico, que había llevado al colapso de la economía, como del liberalism­o político y la democracia representa­tiva, que, a partir de un determinad­o momento, pareció que habían dejado de responder satisfacto­riamente a los intereses y los sentimient­os de la población. Y miró de fundar los nuevos regímenes de posguerra sobre una nueva legitimida­d en que la democracia liberal pudiera recuperar el crédito perdido vinculándo­se a unos derechos sociales y a unas políticas del bienestar que permitiero­n fundamenta­r estos regímenes hasta que el giro neoliberal los puso en cuestión. El paralelism­o entre la situación de crisis de legitimida­d del modelo liberal que en los veinte y treinta del siglo XX llevó al ascenso del fascismo y la situación en que, en la actualidad, se van consolidan­do los nacionalpo­pulismos y los partidos de ultraderec­ha invita a volver a pensar en el diagnóstic­o y el tratamient­o en que se basaron las constituci­ones antifascis­tas de la Segunda Guerra Mundial. Pero las élites políticas, como Nerón, prefieren tocar la lira mientras Roma arde.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain