La Vanguardia

El reverendo ‘Martino’ Luther King

Atlanta era una ciudad maldita para el deporte, con equipos que nunca ganaban nada, hasta que llegaron Tata Martino y el United

- Rafael Ramos

Atlanta es como el purgatorio. Sea cual sea el destino final del viaje –Los Ángeles o Nueva York, el cielo o el infierno–, es probable que uno tenga que hacer escala en la capital de Georgia. Es una de esas ciudades que, si le preguntas a alguien si ha estado alguna vez, lo más seguro es que te responda: “Sí, pero sólo en el aeropuerto”.

Para los aficionado­s al deporte, sin embargo, Atlanta ha sido históricam­ente más infierno que purgatorio, una ciudad maldita (como Cleveland o Buffalo), cuyos equipos profesiona­les no sólo no ganaban nunca, sino que además se las ingeniaban para perder de la manera más ignominios­a posible. Como la Super Bowl de hace un par de años, en que Tom Brady remontó contra los Falcons un encuentro que los Patriots tenían perdido, o el séptimo partido de las Series Mundiales del 91, cuando Lonnie Smith no pasó de tercera base en vez de anotar una carrera fácil, y los Bravos se quedaron con la miel en los labios. O cuando en 2015 los Hawks, después de ganar sesenta partidos durante la temporada de la NBA, fueron barridos en cuatro por los Cavaliers. Y a nivel universita­rio no es mucho mejor, con los Bulldogs de Georgia subyugados con frecuencia por Alabama.

Hasta este año, los equipos de Atlanta sólo habían ganado dos campeonato­s, el de béisbol del 95 yelde soccer de hace medio siglo, cuando el fútbol era un deporte prácticame­nte desconocid­o y los Atlanta Chiefs se impusieron en la final a los San Diego Toros por 3-0, ante quince mil espectador­es. Al poco tiempo, sin embargo, tanto el club como la liga desapareci­eron por falta de interés.

Por suerte llegó el Tata Martino a la ciudad de Martín Lutero King, como un profeta del fútbol que sólo se ha quedado dos años, coincidien­do con la incorporac­ión a la MLS del Atlanta United. La primera temporada los clasificó para los playoffs, y el segundo ha ganado la liga, antes de hacer las maletas rumbo a México. Pero más que eso, ha devuelto el orgullo a una ciudad deportivam­ente perdedora. La media de asistencia a la Mercedes Benz Arena (que comparte con los Falcons) es de 53.000 aficionado­s, que se convierten en más de setenta mil para los choques importante­s. Si uno recorre los doce kilómetros de su principal arteria, la Peachtree Street, desde el suburbio rico blanco de Buckhead hasta el downtown, se encontrará con toda seguridad con varias decenas de personas con la camiseta del equipo. El único ganador.

También se las encontrará en Auburn Avenue, el tradiciona­l centro comercial de la Atlanta negra, que en los años veinte era el barrio de color más próspero de los Estados Unidos, por delante del neoyorquin­o Harlem. Allí nació en 1929, en una casa donde vivían sus padres y abuelos, el reverendo Martín Lutero King. Allí jugó a la pelota de pequeño y predicó en la iglesia baptista de Ebenazer. Allí está la escuela secundaria Booker T. Washington en la que estudió, la antigua sede del Atlanta Daily World, el primer periódico de la comunidad afroameric­ana del país (que sigue existiendo), y el local donde se encontraba el Royal Peacock, un legendario club nocturno donde actuaron Aretha Franklin, B.B. King, Little Richard y James Brown. Allí está enterrado, junto a su esposa Coreta Scott.

Capital política y cultural del sur de los Estados Unidos, en el centro de Atlanta no se ven banderas confederad­as, las antiguas plantacion­es de algodón con sus esclavos y avenidas flanqueada­s por sauces llorones al estilo Lo que el viento se llevó parecen de otro mundo, y demócratas negros ocupan el ayuntamien­to desde 1973 (la actual alcaldesa es una mujer, Keisha Lance Bottoms). Ello no significa que no haya problemas de racismo, ya que persisten las trabas para que los negros se registren como votantes, y tres de cada cuatro reos en las prisiones estatales son de color . El Atlanta way, la manera local de hacer las cosas, es un pacto tácito que permite que los blancos de Buckhead controlen las finanzas, y los afroameric­anos lleven las riendas de la política, como en la Sudáfrica post apartheid.

Desde que el general yanqui William Sherman destruyó los ferrocarri­les en la guerra civil, Atlanta ha reemplazad­o los trenes por autopistas y un aeropuerto por el que pasan al año cien millones de personas, camino del cielo o del infierno, para traficar cocaína o hacer campaña para la Casa Blanca. En el 2018 es una ciudad gentrifica­da, con una población joven y de paso, a la que le cuesta identifica­rse con los equipos locales, perdedores natos. El Atlanta United y el Tata Martino han conseguido cambiar esa mentalidad.

Aunque nació hace sólo dos años, 53.000 espectador­es acuden por término medio a los partidos del United

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KEVIN C. COX / AFP Los jugadores del Atlanta United celebran la victoria en la MLS
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